Desgraciadamente de la corrida del Domingo de Resurrección en Sevilla no voy a poder contar nada de nada.
Es que no ha pasado nada en el ruedo, nada del más mínimo interés. Y es que ya tuve un mal presagio al ver en la cartelería que varios Zaldueldos no habían pasado el reconocimiento. La corrida ha sido incómoda para los toreros, para los espectadores y, espero, que para el ganadero. Con ese material era imposible hacer algo vistoso.
De los toreros para qué vamos a hablar. Podemos decir que la primera faena de Morante fue de nada a menos, que El Cid no ha podido dar ni un muletazo de verdad y que Manzanares no ha pasado de voluntarioso. Ni un detalle que recordar, ni un destello, ni una esperanza, nada. Y bien que lo siento, además, por unos amigos madrileños que han venido sólo a ver esta corrida.
Morante venía vestido de torero clásico, aunque con patillas invernales. Hay que indicarle que no es prudente que uno de sus subalternos tenga una trenza de una cuarta, a modo de rasta juvenil y moderna que, en absoluto pega con el traje de torear, y menos en Sevilla. Por contra Manzanares venía horriblemente vestido, para mi gusto, con un terno celeste descolorido muy poco bordado en negro.
En los tendidos un aburrimiento insoportable, el público santo, buscando a quien mirar y con quien charlar y nada más hay que contar. Primer sonado fracaso ganadero