Desgraciadamente, la novillada de Montealto no dio muchas opciones de lucimiento a la terna de novilleros. Bien presentados y bonitos, pero descastados, mansotes, rajados, con poca fuerza, que unas veces embestían con clase y al siguiente pase con la cara por las nubes o, simplemente, por fuera de los engaños. Con ese material infumable, y puestos a elegir montes, más nos hubiera valido tener Montecristos, o mejor aun, un buen tinto de Montecillo.
La tradicional corrida del Corpus se ha quedado en novillada. Ya no podremos decir aquello de “las orejas de Curro en el Corpus del año tal”, ahora tendremos que decir, “recuerdo el debut con caballos de mengano en el Corpus”. A pesar de ser una terna de garantías poco pudimos ver en la tarde del jueves. A Sergio Flores se le notó un poco apagado. En su primero, como tardaba en matarlo después de pinchar, y ante un desagradable grito del gracioso de turno de “¿Lo vas a matar hoy?” se tiró a por todas siendo prendido por el pecho de fea manera. Memos mal que no pasó a mayores. Rafael Cerro tiene hechuras y maneras de torero, y fue el que mejor sabor de boca dejó. Juan Ortega, que se presentaba en Sevilla, poco pudo hacer.
Lo indignante de la tarde estuvo fuera de la plaza. Saben ustedes que no soy dado a hablar de los antitoro por no darles una cancha que no se merecen, pero lo del jueves pasó de castaño oscuro. 12 mamarrachos contados, 12, perfectamente alineados y pertrechados de pancartas y altavoz, pegados casi a la Puerta del Príncipe, gritando impunemente sus consignas, eso si, debidamente protegidos por 20 polis. Se veían que eran pagados, había hasta un chino, pero la cuestión es ¿Tenemos que soportar en nuestras narices que nos insulten? ¿No podía la poli haberlos puesto más lejos o simplemente no haber estado? Así nosotros si les podríamos haber dicho educadamente, que se pusieran más lejos a insultarnos. Los políticos, que más bajo no pueden caer, están a lo “políticamente correcto” y se aprovechan de la educación de los aficionados a los toros. No me imagino esta molesta protesta en las narices de los cazadores en una montería, pongo por caso, o de los almonteños en el Rocío, por poner otro ejemplo. La libertad de expresión no puede pasar a ser libertad de incordio, porque además de esto, se pasaron los dos primeros novillos con los altavoces a tope molestando a los aficionados y a los profesionales. Menos mal que el presupuesto sólo dio para pagarles dos horas y, afortunadamente, nos dejaron en paz el resto de la tarde. Ruego una reflexión a los políticos (si es que esto es posible) y a los mandos policiales, para que futuras protestas, que son muy libres de hacerlas, no las protejan en nuestras narices.