.
Como ustedes seguramente conocerán, y si no se lo cuento, Joselito El Gallo, El Rey de los Toreros, mandó construir la plaza de toros Monumental de Sevilla, en San Bernardo, que aforaba el doble que La Maestranza, para poder abaratar los precios y que pudieran ir a verlo los menos pudientes. Cuando por fin pudo torear allí, un periodista taurino pro maestranza, para quitarle mérito, dijo que toreaba en el patio de su casa. No le vamos a quitar méritos a Manzanares, entre otras cosas porque La Maestranza no la ha mandado construir él, pero torea en ella como en el patio de su casa, y será porque se lo ha ganado a pulso.
Su primero era un toro ideal para el toreo moderno. Noble, templado, con tranco y obedeciendo todos los toques. Supongo que cuando Manzanares torea de salón lo hará de la forma que ha toreado a este toro. Alternó buenos pases con otros citando en diagonal y echando al toro para fuera, pero los pases de pecho y, sobre todo, los cambios de mano enroscándose el toro a la cintura, fueron sublimes. Cosa rara falló con la espada en los dos toros, si no estaríamos hablando de otra salida a hombros.
El tipo de cartel de ayer es el que piden muchos aficionados. Un veterano por delante que aporte maestría, en este caso Rivera que volvía después de un breve paréntesis, una figura que defienda su privilegiado sitio, Manzanares, y un emergente con ganas que de quitarle el sitio a la figura, Galván. El veterano no cumplió las expectativas con dos faenas vulgares, eso sí, mató bien a sus dos toros. La figura defendió su sitio de forma que no se ve a nadie que pueda apearla, y el emergente se la jugó en el último, y hasta que no se dejó coger de mala manera no le prestó el público la atención que se merecía.
Ayer algunos visitantes ampliaron el léxico taurino. Llegaron tarde al «desfile» y preguntaban a quién estaba «dedicando» el matador su toro.