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Espectáculo de Miura en Pamplona

Mi padre, que de niño me enseñó las diferencias de este encaste con todos los demás, cuando un miura hacía alguna de las suyas, decía bajito: “este se ha acordado de Don Eduardo”. Durante el encierro del domingo los miuras se acordaron, y mucho, de Don Eduardo. 

Esa estampa del cárdeno oscuro alargando la gaita para acertar al pastor, que se creía a salvo situado encima de los empalizados de la curva de Mercaderes, mientras su hermano se tiraba al cuello de un mozo justo detrás suya, es una estampa que solo pueden ofrecer estos toros. Cuando el cárdeno enfiló Estafeta en solitario después de descolgarse, la primera parte de la calle estaba desierta, los corredores se habían puesto a buen recaudo ante la impresionante presencia del miura. 

El resto de la carrera, este toro de nombre Ermitaño, nos tuvo con el corazón en un puño, “encampanao” a cada paso y presto a responder a todas las provocaciones de los mozos (estímulos que empiezan a decir ahora los cursis), con una estampa de toro bravo que no se quiere dejar ningunear por nadie. 

Ya saben que le dio dos cornadas a un mozo en Estafeta y que se cebó con otro experimentado mozo a la entrada de la plaza, al que después de dar una cornada en el pecho, lo sacó prendido del callejón de acceso a la plazo y lo desnudó literalmente a cornadas. Esos instantes del mozo a merced del toro, son dramáticos.

.Durante la corrida, algunos toros también se acordaron de Don Eduardo, este Ermitaño es que no se lo sacó de la cabeza, haciendo pasar un quinario a Millán. Sin embargo el quinto fue un toro magnífico de comportamiento, haciéndole “Rafaelillo” una faena de mucho valor y mérito. Solo puedo felicitar a los ganaderos por cómo mantienen vivo este encaste y decirles que los aficionados entendemos las peculiaridades de sus toros, y que nos gusta que, de vez en cuando, se sigan acordando de Don Eduardo.