Ha muerto María Teresa Sánchez-Mejías, hija de Ignacio. Piruja como siempre la conocimos todos, fue una mujer ejemplar, y adelantada a su tiempo. De sus estudios en Suiza antes de la Guerra, pasó a licenciarse en Ciencias, cuando entonces eran pocas las mujeres que pasaban por la Universidad.
Tuvo que sufrir la pérdida traumática de su padre con apenas 15 años, alguna vez se lo oí contar. Cómo le decía que no había sido grave, cómo ya en Madrid le dijo que si se había asustado de verdad. Todo lo superó junto a su madre, la abuela Mami, mujer de Ignacio y hermana de “Joselito” y de Rafael” el Gallo”. Alguien debería de escribir la historia de las mujeres de esta familia. Ejemplares.
En los últimos años hablaba de su padre con pasión. Brilló con luz propia su intervención en el documental “Ignacio Sánchez Mejías, más allá del toreo”, contando con mucha gracia, alguna anécdota de su padre. Hace un par de años tuve la ocasión de dar una conferencia con una de sus hijas, mi prima Paloma, sobre los aspectos familiares de Ignacio. Contaba su hija la pena que sentía su madre de no poder estar allí con nosotros. De lo que contó, me quedo con una mañana de Reyes en la que Ignacio le regaló un caballo y se lo llevó, como es tradición, a los pies de la cama, pero en el dormitorio de un primer piso y un caballo de verdad. Recordaba esa mañana toda la vida, y también los problemas que tuvieron para bajar el caballo por las estrechas escaleras de Pino Montano. Ignacio era un hombre excesivo en todo.
Sus últimos años los ha vivido rodeada del cariño de sus hijos, de sus numerosos nietos, del resto de familiares y amigos, y de sus recuerdos.
Cuando pensaba en ella, me venían a la cabeza los versos que le dedicó su padre, tras su reaparición final en Cádiz, a la que ella se oponía. De todas las fotos de aquella tarde le dio a escoger la que más le gustara, y al dorso le escribió:
Diez mil toros mataría
para labrarte un camino
de alegría.
Diez mil toros mataré
para que tú nunca sepas
lo que sé
Que en la vida
Pirujita,
tan bonita
se esconden por las esquinas
todas las malas partidas
de la vida
y sería y suerte mala
si no te entrego a tus pies
como esta muerte matada
tu tristeza atravesada
por mi espada.
Esta mañana la hemos dejado en el panteón, junto a su padre, su madre, su hermano, su primo y sus tíos. Descanse en paz.