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Ayer llegamos a la plaza a la seis de la tarde y salimos después de casi cuatro horas, y además con la sensación de haber perdido el tiempo. La cosa empezó torcida. El toro de la alternativa de Garrido era un marmolillo al que costaba un mundo moverse. El público se reveló de forma estrepitosa y ya en banderillas fue devuelto, decían que tenía un golpe que le impedía moverse, pero la escandalera fue de órdago. Total media hora perdida. El sustituto se lesionó una mano en la faena de muleta y condicionó su lidia, desluciendo la esperada alternativa de Garrido.
La corrida, en general muy justita de presentación. Una cosa es el que llaman el toro de Sevilla, bonito, armónico y en su tipo, y otra cosa es la falta de remate de la corrida de ayer. Además, parados, muy justos de fuerza y descastados, se comprende el enfado del personal.
Ponce, en su línea de lidiar a distancia con capote y muleta, hasta en el cuarto bis, sobrero de El Pilar, tuvo que hacer de enfermero. Muy templado el primero de Castella, lo toreó muy suave sacándole hasta el último pase, pero lo mató a la última. Su segundo fue bien picado por Doblado y bien banderilleado por Chacón, pero estaba loco por rajarse y tuvo que perseguirlo el torero por medio ruedo.
El último salió bien pasadas las nueve de la noche, y parecía que había merecido la pena la espera. El único encastado y repetidor, con mucha transmisión se revolvía con prontitud y peligro. Era un toro para poderle y cortarle las orejas, pero Garrido no acabó de entenderse con él. El nuevo matador tiene formas de torero caro, y seguramente llegará a serlo, pero ayer perdió una gran oportunidad de meterse a Sevilla en el bolsillo.
Por segundo día consecutivo, vemos que el público llega con el tiempo justo del real y forman tapones en las puertas de sombra, haciendo que el primer toro se tenga que ver en pie en muchas localidades.