Los Toros son, probablemente, el espectáculo en que menos se ha cuidado al cliente que paga. Piensen que en pleno siglo XXI estamos viendo corridas en las mismas condiciones que las veían nuestros antepasados del siglo XIX. En los tendidos de La Maestranza, la misma piedra, el mismo poco espacio, el mismo sol, la misma lluvia. En definitiva, la misma incomodidad. Otros espectáculos has evolucionado con cubiertas, aire acondicionado, sillones y otras comodidades propias de los tiempos modernos. Pero en los Toros somos más tradicionales, queremos las cosas como antaño, incómodas.
De la corrida de Garcigrande poco les voy a poder contar, sólo he visto muchos kilos y poca casta. Un desfile de toros descomunales, que no tenían ni bravura ni casta para mover semejante masa. El cartel más “rematado” de la Feria, se vino abajo por algo previsible, con tantos kilos es difícil moverse. Con tanto paraguas alrededor y evitando los temidos chorreones, no es posible mantener un dialogo serio, pero algo hemos hablado sobre el por qué hemos sacado a los toros de los tipos de sus encastes, por qué los equipos gubernativos echan tanto toro para atrás por “falta de conformación zootécnica”, creo que le dicen, por qué tanto toro falto de casta, por qué tanto toro parado. En resumen, por qué tenemos tantas y tantas tardes en las que pasa tan poco en el ruedo.
Morante y Talavante han pasado desapercibidos y El Juli ha cortado una oreja de farolillos en el único que medio se ha movido, el único que parecía tener una masa corporal normal. Poco, muy poco para el cartel más “rematado” de la Feria.
Voy a escribir algo de la corrida del Domingo de Resurrección por disciplina no porque tenga nada que decir, ya que nada pasó.
Para el aficionado sevillano el Domingo de Resurrección es el día más importante de la temporada. El día que estrenamos plaza e ilusiones, que saludamos a los amigos y vecinos que no vemos desde el anterior septiembre, y que nos felicitamos de seguir teniendo salud, dinero y afición para volver a los toros. Pero la corrida de Núñez del Cuvillo acabó con todas las ilusiones. Descastada, sin poder, sin alma, sin emoción y aburrida. Eso sí noble y obediente, por eso la piden las figuras. Llama la atención que esta ganadería que el año pasado lidió 12 toros seguidos, de los que sirvieron 11, este año de los seis, nada de nada. Desde el manso y descastado primero, hasta el descompuesto sexto, pasó muy poco.
A Morante lo hemos visto muy centrado, intentando lidiar a sus dos toros y enseñándoles el camino. Una media inconmensurable quedó para el recuerdo. Creo que a poco que le ayuden los toros está dispuesto. Manzanares lidió el único medio potable con su estilo despegado, en diagonal y estético, pero no cuajó. Roca necesita un toro con motor para demostrar su toreo, pero no movió los pies del sitio que elegía en toda la tarde. Aquí me pongo y aquí te lo doy, sea como fuere.
La única buena noticia el lleno de no hay billetes.
La historia comenzó en Zafra, en la última corrida que Morante toreo en esa magnífica ciudad. Juan López es un gran aficionado algecireño que a sus ochenta y muchos años sigue a Morante en cuanto tiene la menor ocasión, que son muchas. De tantos años y corridas que le ha visto, se hicieron amigos y es el proveedor de los puros que vemos fumar al artista en el callejón. Al terminar la corrida de Zafra le dijo el torero que se pasara por el hotel que quería charlar con él un rato. Ya desvestido le dijo a su mozo de espadas “Primo ¿Qué otro vestido hemos traído hoy?” El azúcar moreno, fue su contestación. “Pues sácalo que se lo voy a regalar a Juan porque quiero que tenga un recuerdo mío para toda la vida”. La cosa fue tan sorpresiva que nadie salía de su asombro, ni el primo, ni Juan, que estaba emocionado con semejante regalo, pero el Artista es así. El traje luce actualmente en la casa de Juan en una hornacina confeccionada al efecto.
Ya en el camino de vuelta a Algeciras, con su hijo, mi buen amigo Aurelio, empezó a darle vueltas de cómo podría corresponder semejante regalo. Pero llegó a conclusión de que era imposible, pero sí quería regalarle algo que también para él fuera para toda la vida. Vieron pinturas, esculturas y otras cosas pero nada le convencía. Sabiendo del gusto por todo lo antiguo del toreo y de su gran admiración por Gallito, del que compró su despacho, nos contactó para saber si quedaba algo más de Joselito. El antiguo despacho estuvo muchas años en Pino Montano, lo recuerdo de niño jugando en él, y después lo tuvo mi tía Piruja, hija de Ignacio, en su casa. A su fallecimiento, los hijos decidieron venderlo porque a ninguno les cabía en su casa.
Hicimos la gestión con su hija, mi prima Paloma, y me comentó que quedaba un biombo del antiguo despacho en manos del anticuario que no se había vendido. A Juan le encantó, y dicho y hecho, lo adquirió para regalárselo al torero. Le encajaba todo, de Joselito, antiguo (según el anticuario más de dos siglos) y precioso por más señas. Curiosamente cuando estaba junto con despacho en Pino Montano no le decían el biombo, sino la transparencia, no me pregunten por qué.
Juan quiso que en la entrega le acompañáramos mi prima y yo, y fue para nosotros un privilegio escuchar cómo le repetía las mismas palabras que el torero le dijo en Zafra “José Antonio, yo también quería hacerte un regalo para toda la vida, y sé que este lo va a ser para ti”. Al torero le encantó, tanto por la belleza del biombo, perdón de la transparencia, como porque había compartido espacio con el despacho de Joselito el Gallo. Aprovechamos para ver el antiguo despacho de José, desde cuya sillón se movía todo el mundo del toro de la época. No ha podido llegar a manos que lo valoren tanto como las de Morante, tanto que no le gusta que nadie se siente en el sillón de José, en las sillas sí, pero el sillón sigue siendo de Joselito. Después de todo el día en La Puebla del Río, Morante nos despidió ya de noche, diciendo que se quería quedar solo en el inmenso salón donde está el despacho para pensar dónde iba a poner el biombo. El Artista es así.
El Cortijo de la Sierra está entre los límites provinciales de Sevilla y Cádiz, los dos sitios en que dividía el mundo Fernando Villalón. El Cortijo de la Sierra guarda para mí entrañables recuerdos de infancia y juventud. Mi padre llevaba la ganadería de D. Fernando de la Cámara y, como no le gustaba viajar solo, me llevaba con él al campo. Allí he visto infinidad de tentaderos, sentado en un taburete alto en el burladero con mi padre y D. Fernando, callado y escuchando las incidencias de la faena, supongo que me fui haciendo el gusto de aficionado.
El otro día tentaron allí, Pepe Luis Vázquez y Morante de la Puebla, y la hija de D. Fernando, y actual ganadera, Rocío de la Cámara, sabiendo de mis gustos de aficionado me avisó con tiempo suficiente para poderme organizar y gozar de un día inmejorable. Ahora mismo me dan a elegir dos toreros para ver un tentadero y me quedo con esos dos. De los toreros actuales, Morante, junto con José Tomás, Talavante y Roca Rey, son los únicos que ofrecen algo verdaderamente distinto, y, junto con los toros de Miura, de los pocos que me hacen viajar hoy día, a ver una corrida lejos de Sevilla.
Pepe Luis es la naturalidad, lo mismo habla que torea, todo con él parece fácil. Si no llegó más lejos fue por su natural falta de ambición. No necesitaba llegar más lejos, lo natural era quedarse ahí, dejando públicos embobados con su facilidad torera, y diciendo: “hasta la próxima”. No ha perdido ni un ápice de torería y da gusto verlo torear de capote y muleta. Con esas medias, que son más bien cuarto y mitad, esos naturales y esos adornos únicos.
Morante es quizás el único torero que nos quede de los que llamamos “artistas”. Desde la retirada de Curro, nadie se nombró tanto como él para ocupar su sitio. Es, además, un torero estudioso de lo antiguo, sobre todo de la Edad de Oro del toreo. Gran admirador de Joselito el Gallo como torero total. Dice que sólo hay que leer “El arte de birlibirloque” de José Bergamín, para darse cuenta que Gallito fue el torero más grande. Sin ir más lejos este año se ha confeccionado dos trajes de luces basados en fotos de los de Joselito. El del Domingo de Resurrección en Sevilla era uno de ellos.
Morante es un tipo genial dentro y fuera del ruedo. Aprovecha los tentaderos para intentar quites novedosos o desusados. El que intentó en el Cortijo de la Sierra no le salió como quería, pero volverá a intentarlo. En un video le hemos visto hacer el olvidado “Galleo de bu” de Joselito con el capote a la espalda, y en la tertulia posterior le preguntamos si era posible vérselo hacer a un toro y de luces. Comentó que se necesitaba un toro con tranco y recorrido, porque tendría que sacarlo él así del caballo, recortarlo tres o cuatro veces, que también necesitaba unas buenas piernas para ello, y que no siempre las tenía. Si es capaz de hacerle eso a un toro pone la plaza bocabajo y sería el quite, no ya de la temporada, sino de varias temporadas.
A veces, lo mejor de los tentaderos viene después, en la tertulia posterior. En este caso, la reunión posterior estuvo a la altura de la faena campera. Rocío de la Cámara es una magnífica anfitriona, y el Cortijo de la Sierra, un lugar excelente para debatir del presente y el futuro de los toros, de las ganaderías y de sus dificultades. Si a esto añadimos el nivel de los interlocutores, miel sobre hojuelas En definitiva un día inolvidable, de los que se repiten rara vez y que me hizo evocar ni niñez y juventud cuando uno se iba formando el criterio de aficionado. Sólo nos queda agradecer la velada a la ganadera y desearle la mejor de las suertes para la temporada venidera.
¡Ay Morante! ¡Qué temporada nos estas dando! Cuántos disgustos y qué poquitas alegrías. Serán los toros que non te sirven, esos toros que eliges con tanto esmero y que después no embisten. Pero tampoco te vemos muy dispuesto, no. Igual que en Feria titulamos uno de nuestros artículo «El artista está», ahora se fue, y no sabemos hasta cuando.
La corrida de Alcurrucén ha sido una sucesión de toros descastados, distraídos, sin querer pelea y sin emplearse en la muleta. Una sucesión de mulos con cuernos que han hecho fracasar una tarde en la que había depositas notables esperanzas. Tantas que la plaza casi se llenó en septiembre, y con mejor entrada que varias corridas de Feria. Lo que demuestra que si el cartel es atractivo la gente responde, aunque hubiera que comprar el “lote de San Miguel”. Siempre dando facilidades al cliente que paga.
Paco Ureña poco ha podido hacer. Su primero miraba al tendido a mitad de casa pase y su segundo tampoco valía un pimiento. Javier Jiménez sorteó un tercero que medio sirvió, y en medio de tanto desierto de bravura parecía hasta bueno. Le compuso una buena faena y de no fallar con la espada, pinchazo y estocada caía, hubiera cortado oreja. Que le pidieron, a pesar de todo, dando la vuelta al ruedo. Su segundo le echó mano para matarlo. Lo empaló y al caer lo empitonó por el pecho, afortunadamente por la chaquetilla, saliendo casi ileso de milagro. Volvió al toro sin mirarse, pero no valía para nada.
Entre los de azabache, destacar a “Pirri” que hizo un colosal quite a su maestro Ureña que estuvo casi cogido a la salida de la suerte de matar contra el burladero del que salió su peón para que volviera a nacer. Los dos grandes pares de “Lipi” se llevaron la ovación de la tarde.
Dicen que por aquí llueve en Carnaval, con las Motos y en Feria, y sopla Levante en Semana Santa y cuando torea Morante. El sábado no falto la levantera a su anual cita con Morante en El Puerto. Me río yo de Las Ventas, para viento molesto para los toreros el Levante y sus rachas.
Pero el fracaso de la corrida no hay que achacárselo al viento sino a ese simulacro de toro moderno que ayer fue saliendo por chiqueros de la ganadería de Santiago Domecq. Un desigual desfile de toros sin casta ni emoción, unos más feos que otros, incluyendo algún inválido, flojos, sosos y deslucidos. Eso sí nobles como el que más, y que no agredían ni a los toreros caídos.
Con este material Morante pasó casi inadvertido a no ser por su precioso traje de torear. Ausente y muy incómodo con el viento, solo pudo poner cara contrariada y despachar a sus deslucidos toros con brevedad. Talavante está en un momento fenomenal, ve toro en todos los terrenos y en todas las condiciones, y lo que es más importante, en casi todos los toros. Nos dejó un toreo de capa primoroso y dos interesantes, dentro de las circunstancias, faenas. Mejor la de su segundo, el toro menos malo de la tarde, del que le dieron una oreja después de una estocada caía, también muy moderna. Borja Jiménez derrochó ganas. Su primero era un inválido que se derrumbó varias veces y que, incomprensiblemente brindó al público, no sabemos se motu proprio o equivocadamente aconsejado. Su segundo también lo brindó al público, faltaría más, y le compuso una faena más de ardorosa juventud y ganas que de temple, casi siempre fuera de sitio. Lo pinchó y descabelló repetidas veces.
Y a todo esto, decir que el público estaba predispuesto al aplauso, que jaleaba cualquier atisbo de estirarse de un torero. Si con esta predisposición al triunfalismo sólo se cortó una oreja, ya me dirán ustedes si no fue una corrida en todo menor.
La mejor noticia de la tarde la cantidad de público joven en los tendidos y gradas. La política de la empresa de poner abonos baratos a tertulias o peñas de aficionados jóvenes da sus frutos, porque las entradas son lo siguiente a caras, carísimas.
He tenido que repasar las reseñas para hacer bien las cuentas de los trofeos. Con tanto triunfo pensarán que hay mucho que escribir, pero todo se puede resumir en un nombre, José Tomás.
Afortunadamente José Tomás nos volvió a recordar lo bien que torea José Tomás. El concepto tan puro que tiene de la liturgia de la lidia, del que no se separa ni un milímetro, literalmente, no se mueve del sitio que ha elegido para ejecutar la suerte. Al enganchar al toro tan por delante el pase se intuye grandioso. El sábado reventó Jerez al natural. La emoción que produce ver torear tan bien hace que todos los presentes se pongan de acuerdo. Aquello es único. Lo digo muchas veces, lo que emociona no se analiza, no le den más vueltas. José Tomás es distinto y arrastra las masas por su concepto del toreo y por la planificación de sus actuaciones. Yo sólo he visto cortar dos rabos merecidos, el de Morante cuando nos hizo soñar en Córdoba y éste de José Tomás.
La corrida de Cuvillo, con buena presentación de plaza de segunda, muy en hechuras de embestir, brava y con movilidad, propició la lluvia de trofeos. Al toro del rabo de José Tomás le dieron la vuelta al ruedo, pero varios fueron de categoría, destacando el cuarto, segundo de Padilla, que no llegamos a ver del todo.
El viernes se lidió una corrida de Zalduendo de la que también embistieron varios toros con casta y transmisión. El problema fue que los picadores apenas actuaron. Al toro indultado por López Simón, al que vimos mejor que en Sevilla, no le hicieron apenas sangre. Literalmente es que le partieron la piel y manchó como una moneda de dos euros. El tercio de varas fue una pantomima. Así no se puede indultar un toro. Con esta “indultitis” nuestra de cada día, con la que bailamos el agua a los antitoro, estamos premiando la nobleza dulce en vez de la bravura. Deberíamos de replantearnos esto, no se pueden indultar 60 toros al año, debe ser una cosa excepcional, no cotidiana. Los aficionados somos animalistas sin necesidad de tener que indultar.
Morante, el único matador de los seis que no salió a hombros, nos demostró que con la capa es único.
Por último quisiera ponderar la asistencia el sábado del Rey D. Juan Carlos, su hija y su nieta. Primero por apoyar la fiesta, después porque, dando ejemplo, 20 minutos antes de empezar el festejo estaba ya sentado en su barrera, y también porque aguantó toda la tarde noche con una gabardina y sin cubrirse, cuando los demás tiramos de paraguas más de media corrida.
Ayer terminó la maratón de 12 toros consecutivos de Núñez del Cuvillo. Si nos atenemos al resultado, cinco orejas, podemos pensar que ha sido un éxito, pero dentro de unos días sólo vamos a recordar algunos muletazos de Morante y las ganas de agradar de los toreros.
Comentábamos en el tendido como poco a poco se va imponiendo la faena moderna. Cada vez vemos menos toreo clásico de verónicas, derechazos y naturales. Suponemos que por la falta de casta y movilidad del toro actual, se ha ido imponiendo el toreo de cercanías, el “arrimón” que dicen ahora. Lo que antes era un recurso se ha convertido en la faena normal, que empieza con uno o varios pases cambiados por la espalda, y se basa en cambios de mano, pases cambiados con el pico de la muleta, circulares invertidos, bernardinas, etc., en faenas larguísimas.
Como era de esperar un viernes de farolillos, un público festivo premió en exceso a los toreros. Que le den una oreja a Roca Rey después de una faena en la que hubo casi tantos pases por la espalda como de frente, y después de un bajonazo, sólo puede pasar si todos hemos perdido el norte de la medida. No le quitamos mérito al matador, porque ese toreo es igual de peligroso o más que el clásico. Cuando hay bravura y verdad en el ruedo, todos nos ponemos de acuerdo. Cuando lo que hay es valor a raudales y recursos, se podrán dar orejas, pero no es lo mismo.
El Juli no se ha querido dejar ganar la pelea después de que sus compañeros de cartel hubieran cortado oreja, y salió a por todas en su segundo, un toro al que le costaba mucho pasar. Tuvo que tirar de los comentados recursos del toreo moderno, hasta que resultó empitonado y herido. Pero pudo matar el toro antes de pasar a la enfermería. Con esto de las largas faenas moderna, la música arrancó a tocar cuando el diestro iba ya por la espada de matar, otro desatino.
Morante ha esperado al último de sus ocho toros para triunfar. Ha dado derechazos con la profundidad y torería que sólo pueden dar los elegidos, emocionando a toda la plaza. El triunfalismo ha hecho que le den dos orejas, en un toro que no toreó de capa, con una faena pase a pase, sin que el toro le permitiera ligar, y con una estocada un punto caída. Si estos son los nuevos derroteros del toreo nos tendremos que ir acostumbrando.
El toro es el centro de los Toros. Esta obviedad es necesario que la recordemos de vez en cuando para no acabar perdiendo el norte de la Fiesta. La mayoría de los ganaderos tienen que hacer auténticos equilibrios si quieren vender su producto. A fuerza de quitarles casta tienen que ser suficientemente nobles para que se lo compren las figuras, pero tienen que estar suficientemente gordos y grandes, a principios de abril, para que se los aprueben los veterinarios. Supongo que lo querrán hacer lo mejor posible, pero, demasiadas veces tenemos que ver corridas como la de ayer, en las que el toro bravo brilla por su ausencia. Animales descastados y tan flojos que daban más pena que miedo.
Con este material el Artista tendrá que esperar. La fuerte apuesta de Morante con 4 tardes en la Feria, de momento la está perdiendo. Ayer quedó absolutamente inédito. Su primer Jandilla no se tenía en pie, literalmente, y el sobrero de Albarreal tampoco es que lo mejorara mucho. Su segundo, perdiendo las manos y parado, desesperante. Lo mejor de Morante la brevedad. El viernes su último cartucho esperemos que el ganado responda y el torero tenga su día.
El primero de Diego Urdiales fue como sus hermanos, flojísimo y sin recorrido. Lo mejor una magnífica estocada ejecutada con elegancia clásica, y no los saltos y cañonazos que vemos ahora. Su segundo fue el único que tuvo algo de poder. Embestía con la cara un poco alta y derrotaba, pero no sabemos si más por defecto del toro o por culpa del torero, o del aire, que también molestó, pero vimos demasiados enganchones. El caso es que Urdiales ni se confió ni entendió al toro, que pedía una faena con más decisión.
López Simón no picó a sus toros, pero ni así le sirvieron. Estuvo en su actual estilo encimista, con arrimones y pases por la espalda. A su primero, que embestía a media altura no le exigió, y su segundo, de embestir cansino, era imposible. Mató bien a sus dos toros, pero pierde puntos con respecto a cómo acabó la pasada temporada.
La mayor alegría de la fría tarde fue ver a “Lili” hacer el paseíllo, después de su grave percance del Domingo de Resurrección. Es evidente que los toreros son de otra pasta, pero ver parear a un tío al que han tenido que ligar la safena hace apenas 15 días parece algo milagroso. Nuestra enhorabuena al cuadro médico y al torero.
Ayer, para celebrar que era viernes, nos vinimos los vecinos del abono y acompañantes, a la Cervecería Internacional y rematamos en las tablas de Casa Moreno, de forma que esto saldrá como quiera salir. Allí, Emilio, nos dictó el titular, El artista está. Se refería a que Morante está queriendo mucho, como agazapado esperando su oportunidad para demostrar el pedazo de artista que lleva dentro. Tendremos que seguir esperando porque ayer no fue el día. A su primero lo picaron muy trasero y se le paró pronto, y su segundo se rajó a la segunda tanda y acabó en las tablas de sol sacándole todos los pases que pudo. Tanto y tanto lo intentó, y se alargó con muleta y espada que sonaron dos avisos. Cuando por fin cayó el toro se oyó un suspiro de alivio general, por no ver repetido lo del Domingo de Resurrección.
El Juli nunca defrauda en Sevilla. Viene siempre muy dispuesto y les saca a todos sus toros hasta el último pase y los exprime hasta el último suspiro. Lo hemos visto esforzado en buscar más el toreo ortodoxo que ese suyo más moderno de citar al filo del pitón y arquear mucho la figura. Muchos cambios de manos, circulares y toreo de cercanía. Dos faenas de lidiador poderoso. Matando a su estilo, a su primero le cortó una oreja y a su segundo no, porque usó demasiado el verduguillo. Este segundo empujó encelado al caballo unos cientos de metros en sus dos encuentros, mientras Morante lo coleaba inútilmente.
Perera poco ha podido hacer de lucimiento, ni siquiera dejando sin picar, literalmente, a su primero. Pero fíjense cómo estará la cosa que aplaudieron al piquero por no hacer su trabajo.
El momento mágico de la tarde apareció cuando después de un gran par de Curro Javier, al citar para el segundo arrancó la música. Se dejó llegar al toro a la barriga, se asomó al balcón y dejó un par en todo lo alto del que salió apuradísimo hasta alcanzar el burladero.
Lo malo, cerca de tres horas de festejo, sin incidencias y con una sola vuelta al ruedo. Las faenas largas son el toreo moderno.
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