Ayer fue de las tardes en que hubiera preferido seguir de cervezas con los vecinos y amigos de localidad y no tener que contarles a ustedes el declive en que nos vemos inmensos. El ver salir ocho toros descastados, mansos y bobos, hicieron de la tarde un martirio para cualquier aficionado. Casi tres horas de toros descastados, que el que no huía embestía con la carita alta sin decir nada. Un fracaso absoluto de la ganadería de Montalvo, que no puede salvar ni la oreja «in extremis» de Pepe Moral en el último.
El primero era tan flojo como bobo y El Cid podría haber estado media hora alrededor de él sin hacer ningún esfuerzo. El cuarto bis fue un manso de libro, el torero se esforzó en sacarle todo lo que tenía, pero aquello decía poco. Muy bien otra vez «Alcalareño» con los palos. Luque brindó al público inexplicablemente su primero, rajado, tardo y que embestía con la cara alta. Un torero tan placeado debería haber visto estas características antes de hacer un brindis al sol. El quinto también fue manso, pero al menos se mantuvo en pie. El tercero bis también fue brindado al público, debe ser la moda, porque también fue un bobo que embestía sin emoción ninguna.
Solo el último tuvo algo de recorrido. Parte del público pidió su devolución más harto ya de todo lo anterior que por el desconchón que le hizo el picador en el primer encuentro, que ya con la propaganda antitaurina no se aguanta. Fue como los hermanos, embistiendo con la cara a media altura, pero al menos no se cayó. El público, que es santo, pidió la oreja para Pepe Moral por el esfuerzo que hizo por agradar.
La corrida de ayer muestra el declive en que vivimos. A fuerza de querer quitar casta al toro para el toreo moderno, se cae en la pérdida total de bravura, en unos animales sin emoción ninguna que da como resultado que el aficionado huya de las plazas. Traigan emoción y traerán al aficionado.