Cortegana tiene una plaza de toros con unas magníficas vistas a su Castillo, además, tiene buenos amigos, por lo que venir a echar un día en la Sierra, dar un largo paseo por el campo, repasar como van las parideras de cochinos y comer con ellos, es un placer. En nuestro caso agradecer a Lucía y a Miguel su hospitalidad. Si después la corrida por la tarde es buena, el día es redondo.
La corrida de Hnos. Domínguez Camacho, aunque variada de presentación y juego, podemos decir que estuvo bien presentada para esta plaza. Mientras más chico es el ruedo, más grande es el toro, y en este caso, eso nos pareció. Los toros salieron con alegría y, en general, se emplearon bien en el único puyazo, algunos empujando en bravo. Un par de picadores fueron aplaudidos por su labor, lo cual dice mucho en su favor con este ambiente en el que les pitan nada más montar el palo. Después, un par de toros fueron bravos en la muleta, destacando el magnífico tercero y el encastado sexto.
Curro Díaz es un torero muy querido en esta localidad, donde reinauguró su plaza y ha toreado en varias ocasiones. Quiso reaparecer aquí después de su lesión de espalda, y echó por delante al más cornalón del encierro, Faena voluntariosa que remató con medio bajonazo, cortando una oreja. Su segundo manseó en exceso poniendo en dificultades a los subalternos. Faena voluntariosa pero poco pudo sacar. López Simón, la figura del cartel, no lo demostró. Su primero fue bronco y con peligro, y enseguida se desentendió de él. Su segundo fue noble y soso y el torero ya estuvo más a gusto en sus cercanías, pero tenía poca fuerza, hasta el punto de echarse en las postrimerías de la faena. Estocada y oreja.
Miguel Ángel Silva, que entró por la vía de la sustitución, fue el triunfador de la tarde. Cierto que se llevó el mejor lote, pero también fue el que puso más ganas de agradar. Su primero salió muy escobillado del derecho, realizó una buena pelea en varas con un magnifico puyazo, y fue bravo y repetidor en la muleta, donde Silva estuvo muy firme y asentado. Pero a la hora de matar nos invadió la ola de indultitis con la que algunos quieren hacer ver a los animalistas lo buenos y magnánimos que somos, como si nos fueran a hacer caso. Hasta cuatro veces se perfiló el torero a matar entre división de opiniones, antes de que la sensatez ganara y cobrara una magnífica estocada. Dos merecidas orejas y vuelta al ruedo al toro, como debe ser. Su segundo, bizco y defectuoso de pitones, también fue un buen toro, encastado en la muleta, y mucho más exigente que su anterior, demostró las carencias del joven torero, que estuvo voluntarioso, pero no le sacó al toro todo lo que tenía. Mató de otra magnifica estocada y le volvieron a dar las dos orejas, saliendo a hombros.