Hemos estado comentando si la programación de las novilladas con caballos las tardes de los domingos, sobre todo ahora en junio, es la más adecuada. Las pobres entradas de estos festejos invitan a la reflexión. La única buena entrada de estas novilladas coincidió, precisamente, con la que no estaba programada un domingo, la del jueves del Corpus. Contando con que no hay, en estos momentos, suficientes novilleros con tirón, bueno sería pensar si ubicadas entre semana y a una hora más tardía, como las novilladas de promoción, acudiría más gente.
Ayer teníamos una novillada para descubrir nuevos valores. Los dos primeros se presentaban con caballos en Sevilla y el tercero debutaba con caballos. Vaya por delante que la novillada de Guadaira ha está bien presentada y, en general, ha sido noble y con movilidad. Algunos encastados y otros con más dificultades, pero todos para hacer faena y aplaudidos en el arrastre.
La transmisión también es un arte que los novilleros deberían de entrenar y aprender. Diego Fernández es un novillero maduro, que se sabe el oficio, pero ayer dijo muy poco en sus dos faenas. En su primero ni en novillo acabó de romper ni el novillero de romperse, y en su segundo, más protestón, dio la impresión de que podría estar media hora dando pases sin decir mucho. Eso sí, destacó como un fácil y certero estoqueador.
Al segundo novillo lo picaron muy mal, y a pesar de eso fue muy bueno en la muleta, arrancándose de largo, obediente y transmitiendo por los dos pitones. Pero Miguel Ángel Pacheco no acabó de conectar con el público y, además, se eternizó matando. Visto lo que pasó en su primero a su segundo lo recibió de rodillas y la faena también la empezó de rodillas. Buen novillo también el quinto, bien lidiado por Mario Campillo, pero la cosa tampoco paso y mayores. Una pena. Dos novillos como esos en su presentación en Sevilla es difícil de repetir.
David Martín salió a por todas desde el principio. Recibió a porta gayola a su primero y se empeñó en sacársela por el lado derecho, acabando arrollado. El novillo también servía y Martín, aunque acortándole los viajes, sí tiene el arte de transmitir. Lo pincho dos veces y salió prendido a la tercera. A pesar de estar visiblemente dolorido dio la vuelta al ruedo antes de meterse en la enfermería. Su segundo se arrancó dos veces alegre y de lejos en varas, quizás ha sido el único algo complicado del encierro, y, paradójicamente, ha sido al único que le han cortado la oreja, a base de conectar con el público y tirarse a matar con fe. En resumen, una novillada entretenida, de la que se van a acordar los novilleros.