La Empresa ha conseguido este año montar unos carteles muy del gusto de Sevilla, y ha conseguido que vuelvan todos los toreros del G5 que la boicotearon estos últimos años. Por todo ello hay que felicitarla. Pero el abono no remonta. Ni siquiera animado por la reactivación de la economía y el de otras industrias de ocio. Ya dijimos que el abonado que se va es difícil que vuelva. Se acostumbra a sacar sus entradas sueltas para los días que le gustan y se ahorra un dineral. La Empresa se habrá dado cuenta que no basta con hacer los mejores carteles, sino que hay que incentivar de otra manera al abonado para que regrese, porque, actualmente, no tenemos ninguna ventaja sobre la taquilla, sólo la de ir cada día a la misma localidad, y con eso no basta.
La corrida de Torrestrella ha sido entretenida, variada de presentación, con algunos bien hechos como los dos primeros, otros grandones como el cuarto, o cornalones como el último. También variada de juego, algunos con peligro, como el primero, otros defendiéndose, como el cuarto, pero en general nobles. El problema es que les ha faltado motor, parándose muy pronto. Ante estos toros hay que aprovechar las primeras dos o tres tandas para hacer la faena, y el toreo moderno va a lo contrario a faenas larguísimas donde se dan arrimones a toros parados y moribundos. Algo de eso vimos ayer.
Miguel Ángel Delgado se la jugó con su peligroso primero con el que estuvo muy digno. Pepe Moral ha vuelto a demostrar que es un torero de gusto. Manejó bien el capote. En su segundo hizo una pulcra faena a un toro que transmitía poco y que embestía andando. Mató bien y le dieron una oreja. Hemos visto a Javier Jiménez, más maduro, seguro y toreando con gusto. En su primero, que tenía muy poca fuerza, le hizo una faena artística pero larga y acabó escuchando dos avisos. En el último, muy bien lidiado por Alejandro Sobrino y bien banderilleado por “Lipi”, logró cortar oreja después de matar bien, y arrastrado por el ambiente festivo creado.