A la muerte del cuarto toro no había pasado absolutamente nada digno de reseñar. Quizás sólo que “Alcalareño” se había salvado de un percance serio contra las tablas y que tuvo la vergüenza torera de volver a coger los palos e irse a la cara del toro. Y no había pasado nada en parte por culpa de los toros de Las Ramblas, sosos, sin alma, y aburridos hasta decir basta, y cuyo único mérito estaba en los colores de su divisa. Pero también en parte culpa de los toreros, que no pusieron de su parte todo lo que tenían que poner. Cierto que los toros iban y venían sin decir nada, pero los toreros debieron de haberse esforzado más o tener más recursos para solventar la papeleta, porque los dos primeros tenían algo más de lo que vimos.
Antes de salir el quinto alguien rezaba por ver alguno de los sobreros de Gerardo Ortega, pero un vecino dijo que tenía fe en los dos últimos, que tenían mejores hechuras. En ese momento hubiera apostado 10 a 1 contra él, y afortunadamente hubiera perdido. Salió “Opaco”, un castaño con 75 kilos menos que su hermano anterior, e hizo una buena pelea en varas, algo noticioso ante la extinción de esta suerte. Abellán realizó un oportuno quite a un peón, quizás lo único meritorio que ha hecho Abellán en toda la tarde. El toro fue bravo, obediente y repetidor en una faena que El Cid no acabó de redondear, a pesar de los muchos pases que dio. Tanto duró el toro que después de entrar a matar llevó corriendo al torero hasta los mismos medios. Buen toro.
El último tampoco desentonó, siendo aprovechable en la muleta, aunque algo distraído. Joselito Adame estuvo un tanto vulgar con él. Al final del festejo, todos tuvimos que felicitar al vecino vidente y pedirle los números del Euromillones de esta noche.
Previamente a la corrida, asistimos, en un entrañable acto en la Tertulia Los 40, a la estrega a la Familia Miura, torero y ganaderos, de un recuerdo por su actuación el año pasado y su trayectoria, respectivamente.