Ayer en Ronda se celebró la tradicional corrida goyesca a la que dio importancia Antonio Ordóñez y cuyos nietos mantienen viva en la actualidad. Esta corrida se convirtió, hace tiempo, en un acontecimiento social más que en una corrida de toros. La “gente guapa” y del colorín no podía dejar de verse en este espejo. En los tiempos en que nos creíamos que éramos ricos, los empresarios (y las empresarias, perdón), los políticos (y sobre todo las políticas) y los artistas (era el día de las artistas) poblaban las gradas de esta preciosa plaza, hoy ya sólo los políticos la mantienen en sus agendas.
Que la crítica de la corrida de ABC empiece la crónica escribiendo, con razón, que “El más esperado de la tarde era sin duda Cayetano, que con su brillante terno de Armani centró las miradas en el paseíllo”, dice mucho de las expectativas del público de esta corrida. También, en la reseña, la crítica Lorena Muñoz dice que iba vestido “de raso greige con hilo de plata, lentejuelas y cristales de Svarosky” ¿Pero esto qué es?, un pase de modelos; pues sí. Me gustaba más cuando los críticos reseñaban la vestimenta de Paula, cuando se puso raro, con un escueto “indescriptiblemente vestido”.
Después, la corrida fue un “éxito” Manzanares y Cayetano tenían trofeos para puerta grade, y como Perera no, pues nada, se regala un sobrero para que Perera también salga por la puerta grande, como en una función de teatro, triunfo para todos los actores. Más bien esta corrida se ha quedado en eso, perfecta puesta en escena previa con coches de caballos incluidos de paseo por la ciudad, corridita amable y éxito para todos. Mientras se hable de toros, sea bienvenida.