Ayer, para celebrar que era viernes, nos vinimos los vecinos del abono y acompañantes, a la Cervecería Internacional y rematamos en las tablas de Casa Moreno, de forma que esto saldrá como quiera salir. Allí, Emilio, nos dictó el titular, El artista está. Se refería a que Morante está queriendo mucho, como agazapado esperando su oportunidad para demostrar el pedazo de artista que lleva dentro. Tendremos que seguir esperando porque ayer no fue el día. A su primero lo picaron muy trasero y se le paró pronto, y su segundo se rajó a la segunda tanda y acabó en las tablas de sol sacándole todos los pases que pudo. Tanto y tanto lo intentó, y se alargó con muleta y espada que sonaron dos avisos. Cuando por fin cayó el toro se oyó un suspiro de alivio general, por no ver repetido lo del Domingo de Resurrección.
El Juli nunca defrauda en Sevilla. Viene siempre muy dispuesto y les saca a todos sus toros hasta el último pase y los exprime hasta el último suspiro. Lo hemos visto esforzado en buscar más el toreo ortodoxo que ese suyo más moderno de citar al filo del pitón y arquear mucho la figura. Muchos cambios de manos, circulares y toreo de cercanía. Dos faenas de lidiador poderoso. Matando a su estilo, a su primero le cortó una oreja y a su segundo no, porque usó demasiado el verduguillo. Este segundo empujó encelado al caballo unos cientos de metros en sus dos encuentros, mientras Morante lo coleaba inútilmente.
Perera poco ha podido hacer de lucimiento, ni siquiera dejando sin picar, literalmente, a su primero. Pero fíjense cómo estará la cosa que aplaudieron al piquero por no hacer su trabajo.
El momento mágico de la tarde apareció cuando después de un gran par de Curro Javier, al citar para el segundo arrancó la música. Se dejó llegar al toro a la barriga, se asomó al balcón y dejó un par en todo lo alto del que salió apuradísimo hasta alcanzar el burladero.
Lo malo, cerca de tres horas de festejo, sin incidencias y con una sola vuelta al ruedo. Las faenas largas son el toreo moderno.