Lo que empezaba siendo una novillada de expectativas por lo bien que se venía hablando de los actuantes, acabó en una tarde plana y aburrida, donde apenas quedó nada para el recuerdo. Y no es cuestión de buscar culpables, cuando la tarde se pone anodina, no hay quien la levante. El ganado podría haber servido en otras circunstancias, los dos primeros claramente por encima de sus matadores y los otros con más dificultades pero con alguna opción, excepto quizás el último, parado y desagradable.
Mario Dieguez es de Coria del Río. Está a días de cumplir 29 años y se presentaba con caballos en Sevilla, a una edad en la que otros están pensando ya en un primer descanso. Esto dice de la dificultad de los novilleros en coger sitio. Quiere hacer un toreo de “estilo”, pero se quedó sin otros argumentos cuando los novillos pedían otra cosa, como más distancia su segundo y más mando su primero. De Tomás Campos esperábamos otra cosa, no se entendió con su buen primero, y en su segundo estábamos más pendientes de la ayuda que el novillo se prendió de la punta de la cola al primer muletazo que de la faena. El mexicano Juan Pablo Llaguno quedó prácticamente inédito.
Destacar un buen puyazo de Juan A. Carbonell, que pasó desapercibido en estos tiempos, en una tarde calurosa, con menos de un tercio de entrada. Estas novilladas, ya bien entrado junio, podían pasarlas al sábado por la noche, o al jueves noche, como esa programada el próximo 3 de julio con los triunfadores del día uno, anunciada cuando aún faltaban dos novilladas picadas del abono ¿Tan poca fe tenía la empresa en lo que tiene programado?