Los Toros tienen muchos matices y muchas caras. Una es la de las cornadas y las cogidas. Los toreros dicen que es parte de la profesión, que saben que están expuestos a ellas y no les dan más importancia. “Gajes del oficio”.
Cuando hay una cornada grande como esta del novillero Antonio Hernández en Fallas, cuya foto es estremecedora, se reflexiona acerca de la Verdad en el mundo del toro. Igual que en la pasada temporada, con el percance del subalterno Adrián Gómez, que pasó en un instante a ver truncada su carrera y a cambiar su vida de forma radical.
Al hilo de esta reflexión, traigo aquí unas líneas que se escuchan en el documental “Ignacio Sánchez Mejías. Más allá del Toreo” del que he hablado en un comentario anterior (y del que ayer asistí a otra presentación en el Ateneo de Sevilla), donde Federico García Lorca presenta al torero en 1930 cuando este pronunció, en la Universidad de Columbia en New York, una conferencia sobre mundo del toro. Decía García Lorca algo así como que “La única cosa seria que queda es el Toreo. Único espectáculo vivo del mundo antiguo donde se encuentran todas las esencias clásicas de los pueblos con más raza del mundo”. Ya que hablamos de Ignacio Sánchez Mejías, recuerdo que entre lo que cuentan, él decía que no le tenía ningún miedo al toro, que se sentaría en su testuz nada más salir de chiqueros.
Hemos visto muchos gestos de toreros que demuestran lo asumido que tienen caer heridos. No tenemos que recordar a Perera en Madrid o a José Tomás, que en El Puerto de Santa María, con una cornada en la axila derecha desde el primer toro, mató tres sin un solo gesto de dolor, y nos tuvimos que enterar de la cornada al día siguiente leyendo la crónica. También hemos vivido tragedias en las plazas como la del hermano de Paco Camino en Barcelona en mis años jóvenes, o las más recientes de Montoliú o Soto Vargas, aun en nuestras retinas y en nuestro corazón.
Lo que más me llamó la atención de la foto de la cornada de Antonio Hernández que ilustra este comentario, es que mientras se le va yendo la vida a chorros, literalmente, el torero parece que es el único que mantiene una expresión en su rostro de normalidad, mientras los demás están desencajados. Y es que con ese cornalón aún pretendía seguir toreando.
Me ha recordado la cita aquella que dice que si tú eres de los que mantiene la calma cuando todo el mundo a tu alrededor grita y gesticula histéricamente, es que no has entendido la gravedad del problema. Los toreros mantienen la calma en esas circunstancias sabiendo la gravedad del problema.