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Ser ganadero de bravo es de las cosas más difíciles del mundo del toro. Con las excepciones, que las hay, y a la búsqueda del toro que pudiera satisfacer las expectativas de las figuras, se le fue quitando casta y añadiendo nobleza para adaptarlo a la faena moderna, de mando, artística y con duración. En el camino han tenido que ir solucionando problemas como el de las caídas de los toros, aparentemente resuelto en la década anterior. El principal problema actual es el de la movilidad. Si en algo destaca el ganado de Fuente Ymbro ha sido en eso, la movilidad y la exigencia, por ello ha sido etiquetada de “torista” y huyen de ella las figuras. No hay más que ver el cartel de ayer, con todos mis respetos a los profesionales que se jugaron la vida, para darse cuenta de ello.
La corrida de ayer no defraudó las expectativas, tuvo movilidad en muchos de sus toros y también fue exigente, con un juego variado en los astados. Bien presentada, sin excesos ni de kilos ni de defensas. El primer toro podría ser el paradigma de lo que se debe exigir. Estaba bien armado sin ser descarado y sobre todo era serio y rematado, sin estar gordo, todo lo contrario, se le notaban las costillas y la musculatura. Un toro perfecto.
Como comentaba el juego fue variado, destacando el primer toro de López Simón que tenía un cortijo en cada pitón. Sin sobresalir en los caballos llegó a la muleta repitiendo incansable y obedeciendo a todo. Ya en la segunda tanda le ofrecieron un circular de 360 grados que el toro se tragó entero. Pero Simón parecía más preocupado de la “puesta en escena” que de torear de verdad y se dejó ir un toro que podría haber cambiado su carrera. Su segundo también fue de mucha transmisión, aunque con peligro evidente, era el momento de jugársela y triunfar de verdad si hubiera habido un torero más experimentado y con otras aptitudes. Este toro acabó por encima del torero.
Curro Díaz quizás ha tenido el peor lote. Su primera faena transcurrió en un ¡Ay!, y su segundo rebrincado y protestón fue el de menos fuerza del encierro. Mora no pisó terrenos comprometidos ni su toreo tuvo profundidad.
Salimos de la plaza deprisa para ver el otro espectáculo de masas, cuando esto escribo veo que ya está en la arena el glorioso, así ¡Que Dios reparte suerte!