El año pasado la ganadería de Juan Pedro Domecq no lidió en Sevilla, fue castigada un año en la nevera, como dicen ahora, por su mala experiencia en el año anterior. Sin embargo, su temporada española de 2023 fue muy buena. Según he podido sacar de portaltaurino.net, lidió un festival (12 orejas y 3 rabos) y 14 corridas de toros, 4 de ellas con otras ganaderías y de concurso. Pues en estas corridas cortaron un total de 66 orejas y 2 rabos, incluyendo un indulto, con salida a hombros del mayoral, en Burgos. Estas corridas incluían plazas como Madrid (San Isidro y Beneficencia), Valencia (otras dos tardes), Bilbao o Zaragoza. Una media de 5 orejas por corrida, una magnífica temporada, sin duda.
Con estos antecedentes es comprensible que las figuras pidan una corrida de JP para Sevilla y que el empresario le levantara el castigo. Pero ahí viene la paradoja dificultad del toro de lidia, la corrida fue de petardo gordo. Toros sin casta, mansos, sosos, como para mandarla otro año a la nevera. Con las magníficas corridas de toros de Santiago Domecq y El Parralejo de los dos días anteriores, la afición se preguntaba por qué las figuras no piden estos toros en vez de los JP. La respuesta ya la hemos dado, 5 orejas de media por corrida en 2023 lo explican ¿Quién se equivocó ayer entonces, los apoderados, los toreros, los veedores, los asesores artísticos, la empresa, el ganadero, el público que llenó la plaza, Onetoro que la televisó?. Pues vaya usted a saber, salvando al público y a los televidentes que son los que mantienen el tinglado este, suponemos que todos tiene su parte de culpa, personalizados en el ganadero, por no decir en los toros. Ayer se lidiaron toros cuatreños muy cortos, algunos de ellos muy justitos para Sevilla, y se echaron para atrás cinco toros en el reconocimiento. Igual se quedaron en el campo los de las cinco orejas. Nunca lo sabremos.
De la corrida poco que decir. Morante nos deleitó en su primero con su torería, y es que da gusto ver a Morante con el toro bueno, con el toro malo y casi sin toro. A este primero lo lidió como sólo él puede hacerlo, y si la espada no cae baja le hubieran dado la oreja, pedida de forma no mayoritaria. De los demás nada, un desfile de mansos descastados en los que Mazanares ni se puso y Pablo Aguado lo intentó dejando en los medios una verónica y una media para el recuerdo.