Como en el año anterior, he asistido, a la entrega del segundo premio taurino de la Tertulia los 40, invitado por su secretario Miguel Valdivia, y otorgado al toro de Victorino Martín “Gallareto”, con el que se despidió el año pasado Pepín Liria. El trofeo es un precioso bronce de un toro del escultor Alberto González de la Peña. Allí comentábamos lo difícil que se está poniendo esto de la Fiesta. Siempre ha habido problemas parecidos, pero no se da con la solución. Toreros hay, desde los que se dejan pegar cornadas un día sí y otro también, hasta los que llevan en figura muchos años, pasando por lo que saben hacer el toreo de arte. El problema es el toro. Como dicen los emblemas de muchos sitios taurinos: “Nada tiene importancia si no hay Toro”, y qué complicado es que haya toro. Cuando voy a los consejos o a los comités de mis clientes de fabricación, comerciales o de servicios, lo entiendo todo. Pero cuando voy a los de agricultura o ganadería, ya empiezo a tener problemas: “El cerdo no me pone, el pollo me tose”, etc. Ser ganadero de bravo debe ser de las actividades más difíciles que existen. Tienen que criar durante más de cuatro años un producto para el que necesitan cierto número de sementales y no sé cuantísimas vacas, para que alguien se lo compre y, si sale malo, ya tienen comprometidos los productos de los próximos tres años con una genética similar. El problema es que deben generar un producto comercial, esto es, que tenga salida, que se lo compren ¿Y quien se lo compra?: Las figuras, ahí empieza el problema.
No crean que a pesar de las tres orejas la corrida de ayer fue buena, no ha sido gran cosa. Los dos de Gavira han sido mansos. Comentamos que el Juli ha vuelto a cortar, y que me perdonen, otra “orejita”, y Manzanares dos con fuerza, por un a faena de menos a más, culminada con una gran estocada, y que me perdonen también, premio quizás excesivo si las comparamos con las del pasado año.