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Después de lo de Morante

El sábado, después de la corrida nos vinimos un grupo de aficionados a la Cervecería Internacional a comentar la tarde. Otras veces me retiraba un ratito y escribía el artículo de la corrida, pero esta vez no lo hice porque no tenía mucho que decir. Ayer nos dimos un baño de realidad y viendo que “después de lo de Morante” lo que hay es un vacío que no se va a poder llenar. Quizás con el tiempo podamos ir acumulando otras sensaciones, pero por ahora, tan cercano el milagro del miércoles, estamos como vacíos.

Después de saludar la ovación en el tercio tras romper el paseíllo, perecía que sólo Morante tenia fe en repetir el milagro. Su primero era mansote y bajo de casta. Pero ahí estaba el torero para doblarlo por bajo y poderle con el arte y la armonía a la que nos tiene acostumbrado. Le dimos la oreja quizás en desagravio por la que le negaron el lunes en su primero y para animarlo para el segundo. Su segundo fue incómodo, deslucido y con la cara por las nubes. Morante lo intentó con gallardía, seguridad y exposición, pero el lucimiento era imposible.

Ginés Marín ha estado superior. Artístico y mandón en su primero. En otros tiempos esto era una oreja de peso, pero hoy se ha convertido en dos por el triunfalismo que nos invade y porque hay que dejar la Puerta de Príncipe a medio abrir. La ambición del torero se topó con el poco toro que tuvo en su segundo y, aunque lo intentó de todas las formas posibles, aquello no daba para más. Deja mejor sabor de boca que alguna Puerta del Príncipe de las que llevamos.

Lo de Cayetano no está ni para comentar. A su primero se lo pasó a una distancia sideral y en su segundo se descaró con el presidente por un posible defecto en la vista, que más parecía que era por desviar las culpas de sus propias carencias.

@isanchezmejias