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La corrida de los mediáticos, El Cordobés, Padilla y el Fandi, el sábado de farolillos con los Torrestrella, se ha convertido en un clásico del abono. Y desde este año, después de pasar los Miuras al Domingo de Resurrección, es el único clásico que nos queda. Ya se harán una idea del nivel del abono. Además esta corrida ha sido previsible en los últimos años. Público festivo, toros normalmente encastados, un Cordobés animoso que conecta rápido con los tendidos de sol, un Padilla que, curtido en mil batallas de corridas duras, anda sobrado con estos toros y un Fandi que pone al público en pie con su espectáculo de banderillas y que después no suele torear. El guion ha cumplido con lo esperado, excepto en el caso de El Cordobés, ayer extrañamente desconfiado y que ha sido pitado.
Padilla, en su primero se fue a porta gayola y le endilgó, consecutivamente, además de la larga en toriles, otra en el tercio, una verónica, un delantal, una chicuelina y una revolera en los medios, y todo esto al mismo toro. No se podrá decir que no estuvo variado con el capote. Sin embargo a su segundo sí lo toreó por clásicas verónicas. Sus dos toros han tenido su genio y han tenido que torear. Padilla ha tirado de oficio y de valor y, a su estilo, les ha ganado la pelea. Vuelta y oreja, y el público con el torero para demostrar que el «efecto Padilla» continúa.
Los dos picadores de El Fandi, José M. González y Juan de Dios Quinta han hecho bien su trabajo. A su primero, un toro alegre, lo dejó más crudo y le largó cuatro pares, con la moviola y el violinazo y ganando la cara a base de una facultades envidiables. Pero después, como no manda al toro, es difícil que lo toree bien.
Punto y aparte merece el público. Ya sabíamos que el del sábado es festivo y de fácil pañuelo, pero otra vez ha habido conato de acompañar el pasodoble con palmas. A este paso acabaremos viéndolo.
También mención a la banda, que ha dejado el Nerva y su numerito de trompeta, para las banderillas, lo cual es de agradecer, porque que el tendido se vuelva a aplaudirla y a pedir la oreja para el corneta, no debe ser agradable para un torero con la muleta en la mano.