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El abono de Sevilla ha nacido torcido. La gestación, con el boicot del G5, ha sido complicada y el parto, con la misma estructura y precios similares al anterior, muy complicado. De esta forma el “niño” no le ha gustado a casi nadie. Además, los primeros pasos, han sido feos y desagradables.
Si a todas las decepciones de la composición, estructura y precios del abono, añadimos la tarde lluviosa y la decepción de los miuras, comprenderán que esta también va a ser una faena de aliño. La única buena noticia, la gran entrada, lleno en el sol y buena entrada en sombra
Miura había dejado el listón del año pasado demasiado alto, tan alto que le han dado el catel estrella del abono, el Domingo de Resurrección, y por consiguiente, la decepción también ha resultado demasiado grande. Los toros tampoco han sido demasiado “miuras”. Solo el único cinqueño, el tercero, y el imponente último, han corroborado lo que esta divisa es. Los demás es como si hubieran perdido un poco de alzada, de cuello, y sobre todo, de emoción. Siguen manteniendo las malas ideas de siempre, Escribano puede dar fe de ello después de que su segundo se lo quisiera comer tras perseguirlo y arrollarlo a porta gayola, salvándose de un serio percance milagrosamente, pero, en general, a la corrida le ha faltado emoción y poder.
Escribano lo ha intentado todo. Se fue a chiqueros a recibir a sus tres toros, los banderilleó y les propuso la faena que no tenían. Solo el primero, que peleó bien en el caballo, parecía que podría recordarnos la corrida del año pasado, pero no pudo ser. Mató muy bien al último.
No sé para qué se ha anunciado Luque con tres miuras. Los ha pasaportado con mucha pena y ninguna gloria. A la defensiva al recibirlos de capote, y sin poderles para nada, parecía como si le hubiera tocado un sobrero malo en cualquier plaza, gesto torcido y poco ánimo. Supongo que él sabría que los miuras no tienen las faenas al uso, y que hay que fabricarlas, si se puede. Su primero, un precioso sardo, fue el más potable, pero acabó aburriéndolo. Hemos echado de menos a especialistas como Castaño o Rafaelillo, que hubiese dado más emoción.