“Largapulla” y “Turulato” eran dos castaños de cortijo. El primero le correspondió a Javier Jiménez que no acabó de cogerle del todo el aire. Fue un toro alegre, con recorrido y movilidad. Exigente como para no perderle el respeto y estar pendiente de él. Jiménez con todo a favor, público y música que hasta tres veces arrancó a tocar después de sendos desarmes, no fue capaz de sacarle todo lo que tenía. Terminaba algo descolocado cada pase y dejaba que el toro se le parara, cuando lo que requería era una faena aprovechando su movilidad. Esto es muy difícil, tiene que salir el toro adecuado, en el día preciso, en la mejor plaza y encima que el torero lo vea y le pueda. No pudo ser.
“Turulato” tuvo más calidad, mucho más noble y, como dicen los modernos, colocaba la cara perfectamente. Obedecía a todos los toques y no se cansó de embestir al engaño de Nazaré. Faena moderna, con algo de toreo en diagonal muy al estilo de Manzanares, pero con el diestro muy templado y muy entregado. Una merecida oreja para una faena que bien pudo ser más rotunda. Un gran toro para el que parte del público pidió la vuelta al ruego.
En general la corrida de Fuente Ymbro ha tenido mucha nobleza, con algo de la añorada movilidad de antaño y su poquito de picante. El primero embestía al paso y sin humillar y nos recordó por qué las figuras ya no quieren torear este hierro. De un derrote seco y sin avisar se llevó a Nazaré a los lomos y no lo caló de puro milagro. Los restantes toros nos han hecho preguntarnos precisamente lo contrario, el por qué no quieren las figuras estos toros.
La corrida ha estado entretenida, lástima los dos últimos toros con tan poca fuerza. El quinto debió ser devuelto y el sexto, de mucha calidad también, quizás se lesionó de una voltereta. Es bueno para todos que toreros como Nazaré y Adame corten orejas en Sevilla y esperemos que les sirvan para torear más y mejor.