Las figuras no quieren ver ni en pintura a los toros del Conde de la Maza. Suelen ser encastados y broncos y propician poco lucimiento. Toros con problemas, que miran, prueban y van pidiendo el carnet de profesional a su paso. La corrida de hoy no ha sido muy distinta a lo esperado, pero ha tenido, sobre todo, emoción. Toros serios por delante, que imponían con su presencia, y con sus dificultades. Alguno ha manseado, y se han dejado pegar en los caballos, el primero empujando de verdad. En resumen una corrida muy entretenida.
Cuando en la plaza hay un toro, y no la boba del carretón de muchas tardes, todo lo que hacen los toreros tiene importancia y el público lo valora y lo respeta. Oliva Soto ha podido tener el triunfo que le cambió la vida. Muy dispuesto desde el principio, su primero le dio un volteretón, de esos de 360 grados en el aire, cuando intentaba dar una réplica por chicuelitas a un quite. En la muleta, el torero se entregó, ante un toro incierto y con peligro. Faena muy emotiva, con el público entregado y asustado ante el percance que podía venir en cualquier momento. Fíjense si sería emotiva que le dieron una oreja tras pinchar. Su segundo fue el más claro del encierro. Lo entendió a la perfección, citándolo de largo y construyendo una faena artística ante un toro de verdad. La plaza estaba volcada y se mascaba la Puerta del Príncipe, pero, ¡Ay la espada! Se le fue la oportunidad de cambiar su vida. Pero ahí estaba el chaval, tan sonriente, dando la vuelta al ruedo como si nada.
Diego Urdiales no se acopló mucho con su primero, pero al cuarto lo exprimió hasta el último pase. Antonio Nazaré no ha desentonado, quizás, con el peor lote.
Hemos comentado, a raíz de lo que están saludando los banderilleros este año, hoy tres lo han vuelto a hacer, que ya no sabemos distinguir entre dos buenos pares de banderillas que se aplauden y dos excepcionales que merecen ovación y saludos. Ahora, a poco que el público aplaude ya tenemos el saludo. Señores un poco de moderación.
Hoy estábamos todos tan pendientes de los toros que al presidente, Sr. Teja, se le ha olvidado cambiar el último tercio y ya cuando el espada estaba muleta en mano cerca del toro, alguien lo ha recordado en voz alta y, coreado por el resto, han obligado al presidente a hacerlo tardíamente.