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Se cerraba la Feria de San Miguel con un cartel de máxima expectación, Morante, El Juli y Talavante, que acabaron el papel en taquilla y que llenaron Sevilla de esperanza y de visitantes. Ya tendremos tiempo de hablar en el largo invierno taurino sobre la no discriminación tarifaria, que hace que hace que una entrada de esta corrida cueste igual que la de ayer o antes de ayer.
Como suele pasar en estas tardes tan esperadas, el toro se encargó de aguarnos la fiesta. La corrida de Juan Pedro Domecq – Parladé, sólo ha tenido fachada. Irreprochablemente presentada, con toros con cuajo y pitones, de salida alegre arrancándose a todo lo que se movía, pero que después del primer encuentro con los caballos se han quedado en nada, como si fueran otros toros, hasta les cambiaba la cara. Parados, sin fuerza, defendiéndose, imposibles para la lidia.
Sólo el tercero hizo albergar esperanzas cuando sonó “Manolete” en honor a Talavante. Prácticamente lo único reseñable del festejo, junto con las verónicas de recibo de Morante a su primero. ¿Para qué vamos a hacernos mala sangre hablando más de lo que no vimos? Lo dicho, poco faltó para ser peor.