El domingo rematamos el abono sevillano con un broche de oro que ojalá nos ayude a olvidar las penalidades anteriores. José María Manzanares acrecienta su idilio con Sevilla abriendo otra vez la Puerta del Príncipe.
El torero, al que hay que agradecer que se vistiera de luces a pesar de su enésima lesión en la mano y del consejo médico, salió a “revientacalderas”. Desde el primer momento se vio que no había venido a justificarse por la lesión. Sus dos primeros toros los recibió a “portagayola”, suerte insólita en este matador, y por dos veces sus toros le levantaron los pies del suelo, más insólito todavía. La estética, el gusto y la plasticidad de Manzanares tapan cualquier crítica de la tarde, ni que la suerte de varas sea casi simulada, ni que ligue algo despegado, empañan un triunfo rotundo, unánime y sin paliativos. Ya saben que lo que emociona no se analiza, por lo que sólo queda agradecer al torero la inmensa tarde de satisfacciones que nos hizo pasar.
Talavante no se quedó atrás. También se fue a “portagayola” a recibir a su primero, un encastado y brusco cuvillo, con el que se dejó algo dentro. Pero se la jugó con el sexto sin trampa ni cartón, en una faena de mucho mérito que si no hubiera sido por lo que habíamos sentido antes, habría tenido mayor repercusión.
De los toros, aceptables los cuvillos, muy noble el primero y astifinos y encastados los de Talavante, y peor los juanpedros. El primero de Manzanares “enfermó” en la faena de muleta y hubo que apuntillarlo, de otra forma quizás estaríamos hablando de una mayor gesta de este matador, que el domingo parecía haber venido a tapar lo de José Tomás en Nimes.
Como siempre impecable la cuadrilla de Manzanares, que no ha perdido la forma con el parón. Toreros Trujillo y Curro Javier y dramática la cogida de Blázquez contra las tablas, aunque afortunadamente no pasó nada grave.
Otra buena noticia fue que la plaza estaba casi llena. Cuando el cartel es atractivo la gente responde. Como ejemplo de expectación, citar que estuve de tertulia taurina por la mañana con franceses, almorcé con alemanes y cené con portugueses.