La corrida del domingo de San Miguel fue un autentico disparate, un atentado contra el sentido común. A ver si soy capaz de acordarme. De los nueve toros que mandó la ganadería titular de Zalduendo, sólo pasaron cuatro, y supongo que fue para que se pudiera anunciar la corrida como tal. De los cuatro que saltaron el ruedo sólo uno murió en él, el sexto. Y mejor que lo hubieran echado también para atrás, pues parecía que no veía bien. Con nueve toros saltando al ruedo y entre remiendos de Gavira y Hermanos San Pedro, igualmente inválidos, se fue consumiendo la tarde entre la indignación de un público santo que había llenado la plaza.
En el Congreso taurino de los días previos, se dijo que los taurinos estaban en la autocomplacencia y con muy poca autocrítica. No he visto a la Empresa ni a los apoderados entonando el “mea culpa”, ni pedir perdón con propósito de la enmienda. También se dijo que el futuro pasaba por un compromiso inequívoco de los taurinos con el público. Me río del compromiso.
Hemos visto demasiadas veces este baile de corrales con las corridas de Morante este año, para no pensar de quien puede ser la culpa. El Juli también debe pechar con su responsabilidad. Una primera figura del toreo no puede venir así a Sevilla.
El Toro es el espectáculo en donde menos se respeta al público. Parecemos un mal menor en vez de los clientes. Todo se organiza por y para las figuras y sus apoderados, que sí parecen ser los clientes.
Así nos va.