Y digo casi porque si no llega a ser por el último toro manso, la corrida de Alcurrucén hubiera sido una gran corrida de toros. El primero fue un toro bravo, que peleó con fijeza con el caballo y transmitió la importancia del toro bravo. Se arrancó con largura y galopando, embistiendo a todo lo que se movía y aunque se vencía por el lado derecho, fue un gran toro. Acostumbrados como estamos a la tonta del bote, todo lo que Ferrera le hizo a este toro tuvo mérito.
Si algo ha tenido la corrida ha sido nobleza, y si no le han cortado orejas a más toros ha sido más por demérito de los toreros. Talavante aguantó siete estatuarios, siete, sin moverse a su primero, pero a partir de ahí lo que transmitió el torero fue tristeza. Ferrera, que banderilleó con mérito, sobre todo al quiebro, cortó una oreja a su segundo y Daniel Luque dos a su primero, que fue un toro muy noble. Luque estuvo muy centrado y toreando con gusto e inteligencia.
Normalmente en Sevilla, cuando un torero corta dos orejas en su primero, el público está deseando que corte otra en su segundo para verlo salir por la Puerta del Príncipe. Pero el sexto fue un manso de libro, los partidarios de Luque empezaron a protestarlo por cojo. El toro no metía la cara, y cuando la metía la sacaba por las nubes. La protesta se fue generalizando, atizada por la actitud de Luque que le dio doscientos trapazos y movió los caballos de tercio sin meter al toro en los petos. La presidenta, mantuvo la cordura frente a las protestas, y al toro en el ruedo. Luque se peleó con él y si no llega a ser por un par de desarmes y porque tuvo que descabellar, le piden la oreja del Príncipe, porque a pesar de todo, sus partidarios la pidieron.
En resumen, entretenida tarde para cerrar el abono y triunfo de Daniel Luque y Alcurrucén, que se ganan un puesto de honor en la Feria 2010.