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Roca Rey viene a quedarse

Roca Rey ya salió a hombros por la Puerta Principal de la plaza de toros de Sevilla de novillero. Recuerdo verlo salir cojeando a duras penas de la enfermería exclusivamente para salir a hombros, y con solo ese gesto ya demostró que quería ser figura del toreo. Ayer le correspondió un toro de esos magníficos “mansitos” actuales, al que tuvo que hacer faena en la puerta de chiqueros, pero que rompió a embestir con clase y profundidad. Roca planteó la faena con la misma profundidad que exigía el toro y le salió redonda, dos orejas y el público entregado esperando para sacarlo por la Puerta del Príncipe. Lamentablemente, en el sexto toro empezó a llover y muchos visitantes no preparados, empezaron a abandonar los tendidos desluciendo la faena, que no había tomado vuelos, pero que de matar le hubieran abierto la ansiada puerta. Desgraciadamente se tuvo que volver a ir por la Puerta Principal, pero con la convicción de todos de que tenemos figura para mover todo el escalafón.

El toro bravo le tocó a Castella. Le embistió por abajo como para hacer cinco carteles de toros, y el torero pudo disfrutar como nunca en Sevilla. La lástima fue que la estocada cayó algo trasera y necesitó usar varias veces el descabello. El presidente, frustrado por no poder sacar los pañuelos blancos, optó por el azul para dar una vuelta al ruedo al toro, que habían pedido tres personas. Que no digo que no se mereciera, pero también hemos tenido otros toros de Torrestrella o de Victorino igualmente bravos, a los que no se les premió con semejante honor.

Por cierto, ya que vimos una lenta vuelta de las mulillas, cabe preguntarse qué pasa con el tiro de mulas este año. De unos alegres arrastres al galope sonando los cascabeles, hemos pasado a unos tristes al paso y con algunos fallos de enganche, además.

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Mejor negros que coloraos

Los veedores de los toreros, sus expertos en reatas, sus peones de confianza o quienes quiera que les aconsejen sobre el orden de sus toros, no se han ganado el sueldo esta tarde. Si los tres primeros toros de la corrida se hubieran lidiado los tres últimos, a estas horas estaríamos hablando de la corrida de la Feria, con no menos de tres o cuatro orejas. Los tres primeros negros de Núñez del Cuvillo han sido bravos y encastados como para salir de triunfador de la Feria. El colorao cuarto un manso de carreta del Rocío, el quinto otro colorao cinqueño que salió en manso y acabó en bravucón, y el sexto, afortunadamente negro, otro toro encastado pero sin llegar a la calidad de los primeros.

Morante, que estrenaba un precioso terno coral quisquilla y oro, quemaba su última corrida, y ha estado queriendo toda la tarde. En su primero le hemos visto con la muleta pases profundos, pero a la faena le ha faltado quizás mando para dominar a su encastado enemigo. La estocada quedó tendida y el toro murió en bravo, y esta tardanza enfrió algo la petición de oreja, que el presidente no concedió. Si en vez del “abreplaza” hubiera sido el cuarto era de oreja sin discusión. Cuando todos estábamos esperanzados en su último cartucho salió un manso al que a duras penas enjaretó unas verónicas y unas chicuelinas, y al que no podían sujetar ni dos capoteros con la experiencia de “Lili” y Carretero. Visto lo cual, Morante tomó las banderillas y le zampó al manso y huidizo tres pares en los terrenos que pudo, el último al quiebro. No veíamos banderillear a Morante desde los seis toros de Ronda, y hay que reconocer que derrocha arte hasta poniendo banderillas. La faena fue imposible. Lástima no estar en La México para pedir el sobrero.

Aunque parezca un contrasentido, hemos visto a Talavante demasiado sereno. Su primero era un toro de triunfo grande por lo que transmitía, y se ha quedado en oreja después de una faena sin pisar el acelerador. Con su segundo no se peleó como se merecía y no pudo completar el éxito. David Mora, toreó bien a su bravo primero, pero pinchó, y en su segundo ya pesaba la tarde demasiado y la faena no tomó vuelos.

En resumen, una tarde entretenida pero una pena de tarde, que podía haber sido de triunfos grandes. Felicitar al ganadero, y constatar que de esto de toros no entienden ni las vacas. Si no que alguien explique por qué el fracaso ganadero de Domingo de Resurrección en contraposición con los magníficos toros que hemos visto hoy.

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Tener criterio

Muchos profesionales del toro quieren que las corridas sean ahora de muchas orejas. Dicen que en los tiempos actuales, con los ataques que sufre el mundo del Toro, lo mejor son muchas orejas y muchos indultos. Dicen, además, que para atraer gente a las plazas no hay nada mejor que los triunfos, para los que no han ido se arrepientan y vayan a la próxima. Esta corriente triunfalista choca con los aficionados con otros criterios, con los que pensamos que un indulto debe de ser una cosa extraordinaria de muy pocos al año, y no de unos pocos cada la semana, o de los que pensamos que no de deben dar orejas con bajonazos infames. Conozco a profesionales, a los que tengo en gran estima personal y a los que reconozco que saben de toros como para escucharlos hablar toda la tarde, que son triunfalistas convencidos, y que te quieren convencer. Pero creo que en el Toro, como en todo hay que tener mesura.

La corrida de Jandilla del miércoles ha tenido varios toros para cortarles las orejas, quizás faltos de fondo, pero para triunfar, y nos hemos pasado la tarde viendo poner banderillas. Con faenas por debajo de las condiciones del toro y rematadas con estocadas muy bajas se han pedido las orejas a Padilla y a “El Fandi”, que otros presidentes, en modo farolillos, hubieran dado sin dudar. Afortunadamente, nuestra presidenta Doña Anabel Moreno tiene criterio, y no consideró premiable sendas faenas tan mal rematadas. Aguantó gallardamente las tres broncas, una por cada oreja negada y la final, y se ganó el respeto de los aficionados que aún no nos hemos pasado al bando de los triunfalistas.

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Cuando no hay emoción

La corrida del martes en Sevilla puede ser un buen ejemplo de la corrida moderna. Se lidiaron los toros modernos que han acabado de imponer las figuras, o lo que quieren que sea el toro moderno. Noble, obediente y descastado. Pero la realidad es distinta a los deseos. Cuando la falta de casta hace que el toro no se nueva o rompa en manso, el espectáculo es imposible. Pero aun cuando el depósito de fuerzas los hace moverse un poco, sus embestidas son sin ninguna trasmisión, sin profundidad, con las miradas perdidas, como si no quieran embestir, y así el lucimiento es imposible.

Cuando la emoción no la pone el toro la tiene que poner el torero, y eso es un problema. Morante, que quizás sea el único torero capaz de emocionarnos ante un toro sin emoción, dejó entrever en su segundo la categoría de toreo que atesora. Perera intenta poner la emoción con sus cercanías, y Javier Jiménez con su juventud y buena lidia. El resultado un festejo tedioso y aburrido, en el que ya no sabes cómo sentarte ni de qué hablar con los vecinos y en el que los efectos del almuerzo en la Feria hacen que veamos más de una cabeza alrededor. Mala cosa.

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Demasiado superficial

El cartel del ahora lunes de farolillos fue uno de los que más llamó la atención cuando salieron los carteles, pero como era en festivo y puente en Madrid, entendimos que se acartaleran a los mediáticos hermanos Rivera con El Juli. La consecuencia, plaza llena de público deseoso de aplaudir, mucho fotógrafo del papel satinado y mucho “famoseo”.

La corrida, como corrida de toros, ha resultado un fiasco, y los triunfos que van a ustedes a leer han sido demasiados superficiales. “Paquirri”, que decían que se despedía de torero de Sevilla, ha estado vulgar toda la tarde, dando infinidad de pases despegado y sin calidad. Su segundo toro fue el único bueno de la tarde, un toro superior. Con clase y calidad era de triunfo grande, pero a la faena no le pudo dar categoría suficiente ni los solemnes acordes de “Manolete”. Para colmo mató de un feo bajonazo. Aun así, el festivo público pidió una oreja que nuestro presidente, también en modo lunes farolillos, concedió. Si el criterio del público se considera soberano para dar orejas, no me explico por qué no es soberano para devolver toros. El tercer toro era un inválido de primero de veterinaria, el público lo protestó con fuerzas hasta el tercer par de banderillas, pero el presidente, ahora en modo mando yo, no lo devolvió.

Cayetano, que se ha ausentado dos veces por la Puerta del Príncipe durante la lidia, desconocemos los problemas que tendría, ha salido en su último toro a revienta calderas. Arriesgó en un quite con el capote a la espalda a un toro nada claro y empezó la faena de rodillas citando a tres metros de un toro parado. Faena meritoria a un toro que acabó rajado en tablas. Una estocada tendida precedió a otra oreja de lunes de farolillos ¡Incluso pidieron la segunda! Menos mal que el presidente tuvo criterio esta vez, y no la concedió.

Nos podemos imaginar cómo habrá acabado el pundonoroso “Juli”, viendo que los hermanos Rivera le ganan la partida en Sevilla, a él que no se deja ganar la pelea por nadie.

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Tres horas de emoción

En el ahora sábado de “pescaito” entregamos en la caseta de Los 40 el X premio de la Tertulia al toro más bravo de la feria anterior que, como no podía ser de otra manera, fue para “Cobradiezmos” de Victorino Martín. A pesar de lidiar por la tarde, el ganadero tuvo la amabilidad de venir a recogerlo, agradecerlo con unas sentidas y reivindicativas palabras y quedarse a almorzar y a charlar con nosotros hasta que fuimos tomando el camino de la plaza de toros. También nos acompañó el alcalde de Sevilla, Juan Espadas, al que gusta entregar este premio y que resaltó las virtudes de la ganadería de Victorino.

Por la tarde asistimos a una corrida de las que crean afición, emocionante de principio a fin. Otras tardes de toros mortecinos que dan más pena que miedo, a las dos horas ya no sabes cómo sentarte ni de qué hablar con los vecinos, y estas deseando que aquello se acabe, El sábado, las tres horas que duró el festejo no pesaron en absoluto y nos las pasamos sin poder quitar la mirada del ruedo, y sólo se fueron algunos que prefirieron dos boquerones fríos en la Feria a un victorino en la plaza de toros vendiendo cara su vida.

Al saltar al ruedo el primer toro, cárdeno con 504 kilos y vareado, levantó los primeros aplausos. No parece que el público esté por el “toro de Sevilla” ni por los mastodontes que estamos viendo últimamente. La presentación y el juego de los victorinos fue variada, desde el primero, estrecho de sienes, al precioso sexto, otro cárdeno más claro y con mucha presencia en la plaza. De juego tuvimos de todo, desde alguno de noble embestida, como el primero de Ureña o el segundo de Escribano, a alimañas como el primero de Escribano. Bravos con más o menos genio, algunos hicieron buena pelea en varas, derivando incluso, y todos vendieron cara sus embestidas y muerte. Unos aplaudidos en el arrastre y otros pitados, pero ninguno dejó indiferente

Antonio Ferrera, al que echamos mucho de menos el año pasado, ha estado inmenso toda la tarde. Con su segundo toro hizo una faena espectacular. Toro bravo y encastado, no le regaló ni un pase y le fue sacando faena a base de valor, de exponerle y de jugársela. Su esfuerzo se vio premiado con una oreja de peso. Paco Ureña también estuvo bien con su primero, al que logró sacar varias tandas de naturales a base de estarse muy quieto y consentirle mucho. Hay que estar sobrado de valor para poder hacer eso y la faena llegó al público. En su segundo también expuso mucho, llevándose una voltereta. Escribano pasó de bailar con la más fea, la alimaña de su primero, a su segundo que regalaba embestidas al ralentí. Pero, a pesar de esto, o quizás por esto, no tenía una faena fácil. El público tomó más partido por el toro y la cosa no pasó a mayores porque tuvo que descabellar.

Ferrera tuvo un emotivo detalle al ofrecer a José Manuel Montoliú compartir con él tercio de banderillas para homenajear a su padre, del que mañana se cumple el XXV aniversario del día que dejó su vida en esta plaza. Menuda papeleta para el hijo, que se tuvo que ir a parear un Victorino que se arrancaba como una bala a galope tendido y en los mismos terrenos del 7 donde cayó su padre y, además, a favor de la querencia del toro, que lo alcanzó en el muslo, afortunadamente sin consecuencias.

En resumen, tres horas de reloj de emoción, donde hasta los japoneses que tuvimos delante acabaron pidiendo las orejas. Dar las gracias al ganadero y a los toreros por semejante espectáculo.

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Dos estocadas, dos orejas

De Manzanares siempre me ha gustado lo bien que elije los terrenos, las distancias y los tiempos. Monta las faenas con una carga escénica que va embelesando al público, y si después les pone como colofón, a modo de broche de oro, un cañonazo rotundo, no es de extrañar que corte orejas. Sus estocadas fueron distintas, pero igual de efectivas. Al primero recibiendo después de un par de cites que el toro no se tragó. Un cañón en todo lo alto y el toro rodado. La segunda entrando desde lejos y como una bala, otra vez en todo lo alto y el toro rodado. Sus dos “juanpedros” fueron nobles y obedientes, el segundo con mucha calidad, este toro parecía tener más dentro de lo que vimos, pero Manzanares parece tener el público de Sevilla abducido y se le entregó sin reservas.

La corrida de Juan Pedro Domecq fue buena en su conjunto, con toros nobles, alguno falto de fuerzas como viene siendo defecto general de casi todas las ganaderías, y dieron más posibilidades a sus matadores de las que quizás vimos, sobre todo los dos últimos. López Simón, está más asentado. Su valor y quietud es indiscutible, pero se empeña en hacerles la misma faena a todos sus toros con independencia de la condición de los mismos. Se pudo dejar ir un triunfo importante por empeñarse en las cercanías, cuando, sobre todo su último toro, parecía pedir otra faena.

Enrique Ponce echó la tarde fuera sin despeinarse. Con el lote más flojo, no pudimos ver al Ponce de Bilbao. En Sevilla tiene mala suerte, qué le vamos a hacer.

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Agua y kilos

Los Toros son, probablemente, el espectáculo en que menos se ha cuidado al cliente que paga. Piensen que en pleno siglo XXI estamos viendo corridas en las mismas condiciones que las veían nuestros antepasados del siglo XIX. En los tendidos de La Maestranza, la misma piedra, el mismo poco espacio, el mismo sol, la misma lluvia. En definitiva, la misma incomodidad. Otros espectáculos has evolucionado con cubiertas, aire acondicionado, sillones y otras comodidades propias de los tiempos modernos. Pero en los Toros somos más tradicionales, queremos las cosas como antaño, incómodas.

De la corrida de Garcigrande poco les voy a poder contar, sólo he visto muchos kilos y poca casta. Un desfile de toros descomunales, que no tenían ni bravura ni casta para mover semejante masa. El cartel más “rematado” de la Feria, se vino abajo por algo previsible, con tantos kilos es difícil moverse. Con tanto paraguas alrededor y evitando los temidos chorreones, no es posible mantener un dialogo serio, pero algo hemos hablado sobre el por qué hemos sacado a los toros de los tipos de sus encastes, por qué los equipos gubernativos echan tanto toro para atrás por “falta de conformación zootécnica”, creo que le dicen, por qué tanto toro falto de casta, por qué tanto toro parado. En resumen, por qué tenemos tantas y tantas tardes en las que pasa tan poco en el ruedo.

Morante y Talavante han pasado desapercibidos y El Juli ha cortado una oreja de farolillos en el único que medio se ha movido, el único que parecía tener una masa corporal normal. Poco, muy poco para el cartel más “rematado” de la Feria.

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Torrestrella gana crédito

El miércoles empezó el ciclo continuado de corridas de toros de la Feria de Sevilla, con tres toreros noveles y una ganadería de solera. José Garrido, y los que se presentaban de matadores en Sevilla, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín, se enfrentaban al hierro de Torrestrella, que tan buenas corridas ha echados en Sevilla, pero que últimamente no había estado al nivel esperado.

La corrida, bien presentada, con algún toro que se escobilló, ha tenido clase y nobleza, aunque ha carecido, en general de motor. Hemos comentado que si los toreros le hubieran dado más distancia en vez de ahogarlos con las cercanías, igual podríamos haber visto más, sobre todo en los tres primeros. Cuando los toros venían de lejos, con su inercia, y no se paraban, iban largos, pero cuando se paraban ya les costaba mucho volver a arrancarse. Lo cierto es que los tres primeros, parecían que tenían más de lo que los noveles toreros les sacaron.

El cuarto fue el mejor del encierro. Garrido sí lo citó de largo, y le cuajó una buena faena. Toro encastado y noble, que fue muy ovacionado en el arrastre. Garrido cortó una oreja. A Lorenzo se le ha notado algo verde y Ginés Marín se ha quedado muy quieto en el último, el de menos clase de la tarde, pero no obtuvo recompensa.

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Decepcionante corrida, a pesar de las orejas

La primera decepción de este domingo ha sido la pobre entrada en La Maestranza. Este debe ser el abono de este año y poco más. Muy parecido al del año anterior. No remontamos.

La segunda decepción el juego de la corrida de Fuente Ymbro. Esperada por los aficionados por su movilidad y transmisión, no han tenido ni una cosa ni la otra. Ni un pero a la presentación, pero descastada, parada, queriéndose rajar y con las caras altas. Nada de la movilidad y bravura de antaño.

Los matadores han hecho lo que han podido con su mayor voluntad. Urdiales con su toreo clásico, bien colocado y citando en el sitio, pero sin respuesta de sus dos toros que acabaron rajados.

A El Cid lo hemos visto mucho más dispuesto y preparado que en las últimas temporadas. Se le ve más delgado y se ha vuelto a reencontrar son el público en su segundo, el único que medio nos ha recordado al toro de Fuente Ymbro. Difícil por la derecha, le ha tragado por el izquierdo y sin llegar a ser una faena redonda, ha puesto las bases del toreo natural al que nos tenía acostumbrado. Mató bien y se llevó una merecida oreja.

Adame ha toreado mucho más reposado de lo que le recordábamos de anteriores comparecencias. Sin estridencias, toreó a su primero lo que se dejó y mató muy bien. Le dieron la oreja supongo que por la estocada.

Muy bien pareando Fernando Sánchez y muy mal las cuadrillas queriendo matar al toro cuando lo había matado el que lo tenía que matar, el matador. Si éste da la orden de quietos, nadie debe moverse. Queda muy feo que el torero persiga a sus subalternos para que no den vueltas al toro con una gran estocada. Me he acordado de “Paquirri”, cuyos banderilleros veían, las más de las veces, al toro caer rodado desde la tronera del burladero del que no salían sin la aquiescencia de su matador.