López Simón no tiene partidarios, tiene más bien animadores. Una parte del público, quizás imitando a sus subalternos que no han parado de jalearle desde los burladeros, lo ha animado puesto en pie, tirando del resto de la plaza. López Simón no tiene consejeros, tiene aconsejadores, en este caso aconsejador. Su señor apoderado no ha parado de decirle a voz en grito, todos y cada uno de los pasos que tenía que dar en la cara del toro. Nótese que estamos oyendo desde la presidencia a un señor que está apostado en el burladero del 3. Se pueden imaginar el torrente de voz. No quiero ni pensar la tarde tan entretenida que les habrá dado a los sufridos espectadores de las barreras y tendidos bajos del 3. La Maestranza siempre se caracterizó por sus silencios, pero estos deben ser no solo del público, sino de todos los actuantes. Respetemos el entorno, que dirían los modernos.
La corrida de El Pilar ha sido entretenida, quizás por lo variada de su presentación y juego. Hemos visto toros de varias capas, diversas hechuras y distintas edades, con cinqueños que le llevaban un año a otros hermanos, como si no se hubiera podido completar una corrida más pareja. Juego también muy variado. Desde un nobilísimo primero que regalaba embestidas a galope templado desde el primer capotazo hasta el último muletazo, a otros más encastados como el cuarto, o con genio como el quinto. Eso sí, los seis han perdido las manos en algún momento, algunos en repetidas ocasiones como el primero, y otro hasta echarse en mitad de faena como el quinto.
Como se supone que de estos desafíos que son los mano a mano, tiene que salir un ganador, este ha sido López Simón. Su actuación ha estado presidida por la quietud y el valor. Las faenas han sido irregulares, mezclando buenos pasajes con otros más atropellados, citando al filo del pitón o sin ligar, en faenas demasiado largas, incluyendo el pase del auténtico desprecio, tirando la muleta en la cara del toro, que queda sobreactuado. Como mató bien y cortó dos merecidas orejas, todos contentos mientras lo sacaban a hombros por la Puerta Principal.