Este año se ha puesto de moda decir que la Plaza de Toros Monumental de Madrid “ruge”. Expresiones del tipo “Cuando ruge esta plaza, es única”, “Ese rugido de Madrid”, “He sentido como rugía la plaza”, han sido comunes entre toreros, periodistas y aficionados . Yo que he visto la mayoría de las corridas por el Canal Toros de Movistar y sólo con el sonido ambiente, que es lo más parecido a estar en la plaza, afinaba el oído, pero no oía el famoso rugido de Madrid. “Óles”, “Bien” y ovaciones sí, pero nada de rugidos.
El día uno tuve ocasión de ir a la plaza con la esperanza de ver nuevamente a Morante, esta vez en la corrida de la Beneficencia, y mis expectativas fueron más que colmadas. Al segundo toro le hizo una faena de ensueño, durmiendo cada pase, recreándose en él, fueron momentos inolvidables. Cuando ligaba tres y el de pecho los “óles” de la plaza eran unánimes y ensordecedores. Si eso es el rugido de Madrid, nos quedamos afónicos de tanto rugir. Además, como cada tarde nos dejó algún detalle gallista, en este caso descabelló de rodillas. Como dije en Sevilla: Morante, gracias.
Al Juli se le ve cada vez con más afición y con más técnica. Si hacen ustedes el esfuerzo de comparar la primera embestida de sus toros con la última, convendrán en que parecen toros distintos. Ginés Marín se la jugó con un manso pregonado ante la indiferencia del público.
Un detalle. Las borlas de adorno de las banderillas parecían pelotas de playa. Los banderilleros procuraban quitarlas antes de parear porque así era imposible igualarlas. Un feo espectáculo ver el ruedo lleno de pelotas de colores.