Cuando anunciaron la encerrona de Escribano con los miuras, tengo que reconocer que no me hizo ninguna gracia. En principio no me gustan las encerronas. Ver salir al mismo torero, con el mismo traje a parar toro tras toro de la misma forma, quita la ilusión de la variedad. Y después porque tapa dos puestos a toreros que igual pueden triunfar con armas distintas. La única corrida de Miura que recuerdo aburrida fue la encerrona de Espartaco, seis toros con la misma lidia plana. Afortunadamente, Escribano está acostumbrado a este encaste, es variado y tiene recursos para matar seis miuras, y veinte que le pusieran delante.
Afrontó el reto con serenidad y ánimo, nunca se le vio agobiado. Se fue a porta gayola tres veces y banderilleó a sus seis toros. El tercero, donde invitó a Chacón y a Sánchez resulto el más lucido. Los subalternos, animados por la música que nunca oyen, se esforzaron y parearon superior. El torero las quiso poner al quiebro en tablas, pero ya saben ustedes que estos miuras aprenden rápido, y después de dos intentos fallidos, el toro podía hacer ya una tesis en quiebros. Escribano se la jugó de verdad y acabó pareando con los pitones en el pecho. Muy torero al no dejarse ganar la partida por sus peones. Al cuarto recuerdo que le creció el cuello medio metro a la salida del último par. Un espectáculo.
Los actuales miuras crecen despacio y yo los prefiero más de cinqueños que de cuatreños. Siguen siendo impresionantes, pero el domingo no se comieron a nadie. Fueron alegres al caballo, algunos galopando desde los medios donde los ponía el matador, lo cual es de agradecer. Embistieron unos mejor y otros peor, pero ninguno con las “aviesas intenciones” que dice el diccionario. La mayoría tuvo muy poco recorrido, quizás sin tantas carreras en banderillas hubiéramos podido ver otra cosa, el segundo no repitió dos embestidas iguales, y el cuarto tuvo su faena. Al quinto, que se dejó torear, le cortó una oreja que pudieron ser dos si la espada no cae baja, aunque hubo petición de la segunda de este público tan triunfalista que hemos visto este año en Sevilla, incluso en la de Miura. El último tenía hechuras de embestir y cuando esperábamos el broche de oro, se paró y dijo que no. Estos toros son así de cambiantes.