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Espectáculo taurino musical

La tarde era a priori de Ponce por su reaparición tras la lesión de rodilla. El público cariñoso con él, le hizo saludar al romper el paseo. Antes primera cosa rara. Los toreros se paran como para un minuto de silencio, nos ponemos en pie, y por los micrófonos lanzan una especie de soflama en favor de la Fiesta de la que no se entera nadie. Aplausos y vivas.

Magnífica entrada en El Puerto, con lleno en el sol y casi lleno en la sobra. Vaya por delante que Juan Pedro ha echado una buena corrida de toros, con la excepción del manso quinto y del remiso segundo, los demás bravos, con fijeza y duración y alguno con el carbón necesario para apreciar el mérito de los toreros.

El primero de Ponce empujó de bravo en el puyazo que tomó y aguantó una larga y técnica faena, que estropeó de un infame bajonazo entrando en la suerte contraria. Durante esta faena sonó, a petición del torero, la banda sonora de la película La Misión, un de las cumbres de Morricone, dicen los entendidos. Pero que estará muy bien para la butaca y espectáculo del cine no para una faena de muleta, ya que con su tristeza estuvo a punto de estropearla. Pero no contento con esto, en su segundo hizo sonar el Concierto de Aranjuez del Maestro Rodrigo. Ni esto, ni la forma tan descarada de forzar el indulto pueden tapar la rotunda faena de Ponce, que toreó a placer el magnífico juanpedro. Ponce desatado como nunca. Como al toro apenas si lo picaron, porque en el único puyacito le cogió los pechos al caballo y ahí se acabó la suerte de varas, no podemos decir que el indulto sea merecido. Esta moda de echar a los públicos encima de los presidentes no me gusta.

El capote de Morante quedó inédito en el segundo. El toro fue remiso y algo enterado, pero Morante le buscó las vueltas y acabó haciendo una faena meritoria con dos o tres detalles de toreo caro en los remates. Pinchó. El quinto fue manso. Entró cuatro o cinco veces al caballo y de todas salió huyendo al sentir la puya. Morante abrevió, tres machetazos y sanseacabó. Mala suerte. Tendrá que ser a la próxima.

Manzanares dejo sin picar, literalmente, al tercero. Derribó por los pechos al caballo antes de que le metieran las cuerdas, y pidió el cambio. Ni sangre tenia. En la faena, marca de la casa, se le subió a las barbas por el izquierdo, porque el toro fue encastado. Estoconazo de los suyos y oreja. En la faena a su segundo sonó Orobroy de Dorantes, la música del programa Tendido Cero, pero no se crean, con su teclado y sus palmeros y todo. Lo dicho, un espectáculo taurino musical. Otra faena de su estilo, bajonazo al encuentro y otra oreja para salir a hombros con Ponce en medio de una pandilla de niños y jóvenes. Buen broche de oro.

Hasta ahora habíamos visto festejos donde los toreros llevaban sus toros debajo del brazo, pero es que ahora llevan las partituras, y bien raras, por cierto. Deben ser los nuevos tiempos. Para una plaza de toros prefiero pasodobles como “Gallito” y “Manolete” y si me apuran hasta el infame “Paquito el Chocolatero”, pero no esta música de culto. Así van a acabar por incluir las piezas musicales en los programas de mano.

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