En la reestructuración de esta Feria que hemos vivido, el ahora sábado de “cierra feria”, dejó de ser el tradicional sábado de toreros mediáticos. Esto ha traído dos consecuencias, pobre entrada y más toreo.
Ferrera ha vuelto de su lesión como se fue, hecho un torero grande. Un torero maduro que en todo momento está en su sitio y haciendo las cosas bien. Si ya con la de Victorino firmó una actuación sobresaliente, la del sábado, con la de El Pilar, no le fue a zaga. Que te toquen la música en Sevilla con el capote sólo está al alcance de los elegidos. Fue después de un recibo casi en los medios, a un toro suelto, con unas mecidas verónicas en las que cada una era más lenta que la anterior, rematadas con una media enroscándose al toro. Los quites de Ferrera son como deben de ser. Es él el que saca al toro del caballo y de adorna, bien galleando y con pases variados. En su primero la faena fue muy torera, rematada con una estocada baja que le hizo perder la oreja. A su segundo bis, el titular se partió la mano en banderillas y fue devuelto después de cambiado este tercio, con el permiso de la Empresa, le sacó hasta el último pase que tenía. Ferrera se ha convertido en un referente para el aficionado.
El único toro que destacó fue “Bellito”, corrido en tercer lugar y que lidió López Simón, con su peculiar estilo de cercanías y quietud. El bravo animal regaló embestidas templadas y hubiéramos visto oreja de no fallar con la espada el torero.
Por la noche tuvimos el privilegio de asistir, en medio de una quietud y un silencio de respeto a las tradiciones, al reconocimiento de la corrida de Miura. Una liturgia, esta vez fuera de la plaza, pero con los mismo tiempos y normas. Miura es diferente hasta en los reconocimientos. Se lidiará, en este extraño domingo ya fuera de feria y sin visitantes, y con un cartel de toreros locales, a los que deseamos toda la suerte del mundo.