Tenemos aquí la feria de San Miguel con dos festejos, que darán por finalizado el abono de la Maestranza de Sevilla. En los últimos años estos carteles han ido de menos a más. Era difícil que las figuras se comprometieran en febrero (que es cuando los abonados pagamos estas corridas), para venir a Sevilla a finales de temporada, pero, ya digo, en los últimos años la empresa lo está consiguiendo.
Las combinaciones han resultado interesantes a estas alturas del año. Morante estaba haciendo la mejor temporada de su vida, sacando faena y toreando con su verdad a la mayoría de sus toros. Lo que en años anteriores era excepcional, este año era lo habitual. Las dos cornadas casi seguidas, sobre todo la segunda, le han cortado la temporada, y, por lo que leo y veo, también la inspiración y en esta última parte de la misma no está, ni mucho menos, como al principio. Esperemos que rompa la mala racha el sábado. Castella es el líder del escalafón ponderado. Ese que matiza los trofeos por la categoría de la plaza. Ha triunfado en muchas plazas de primera y siempre da la cara, guste más o menos su toreo.
A El Cid también le han pegado mucho los toros este año y es seria duda para el cartel del sábado, y no confirmará su decisión hasta última hora. Las secuelas en el pulmón de la última cornada son serias y sería una gran sorpresa que toreara. En caso de no hacerlo, un mano a mano entre Morante y Castella sería lo lógico. Los que pueden cargarse el festejo son los toros de Parladé, que no han estado a la altura debida en sus últimas comparecencias en Sevilla, por decirlo educadamente.
La corrida del domingo tiene menos expectación, pero las buenas actuaciones de Talavante en las últimas fechas han incrementado las ilusiones de sus partidarios, que en Sevilla son muchos. Ferrera puede entretener y Luque, a pesar de sus líos de apoderamiento, ha estado muy dispuesto toda la temporada.
Para estas corridas voy a estrenar la «cojoalmohadilla» que me han regalado. Esperamos tener dos buenas tardes de toros, si el tiempo no lo impide, porque se barrunta lluvia y si la Maestranza ya es incómoda para los espectadores de por sí, con lluvia es un tormento.