La historia comenzó en Zafra, en la última corrida que Morante toreo en esa magnífica ciudad. Juan López es un gran aficionado algecireño que a sus ochenta y muchos años sigue a Morante en cuanto tiene la menor ocasión, que son muchas. De tantos años y corridas que le ha visto, se hicieron amigos y es el proveedor de los puros que vemos fumar al artista en el callejón. Al terminar la corrida de Zafra le dijo el torero que se pasara por el hotel que quería charlar con él un rato. Ya desvestido le dijo a su mozo de espadas “Primo ¿Qué otro vestido hemos traído hoy?” El azúcar moreno, fue su contestación. “Pues sácalo que se lo voy a regalar a Juan porque quiero que tenga un recuerdo mío para toda la vida”. La cosa fue tan sorpresiva que nadie salía de su asombro, ni el primo, ni Juan, que estaba emocionado con semejante regalo, pero el Artista es así. El traje luce actualmente en la casa de Juan en una hornacina confeccionada al efecto.
Ya en el camino de vuelta a Algeciras, con su hijo, mi buen amigo Aurelio, empezó a darle vueltas de cómo podría corresponder semejante regalo. Pero llegó a conclusión de que era imposible, pero sí quería regalarle algo que también para él fuera para toda la vida. Vieron pinturas, esculturas y otras cosas pero nada le convencía. Sabiendo del gusto por todo lo antiguo del toreo y de su gran admiración por Gallito, del que compró su despacho, nos contactó para saber si quedaba algo más de Joselito. El antiguo despacho estuvo muchas años en Pino Montano, lo recuerdo de niño jugando en él, y después lo tuvo mi tía Piruja, hija de Ignacio, en su casa. A su fallecimiento, los hijos decidieron venderlo porque a ninguno les cabía en su casa.
Hicimos la gestión con su hija, mi prima Paloma, y me comentó que quedaba un biombo del antiguo despacho en manos del anticuario que no se había vendido. A Juan le encantó, y dicho y hecho, lo adquirió para regalárselo al torero. Le encajaba todo, de Joselito, antiguo (según el anticuario más de dos siglos) y precioso por más señas. Curiosamente cuando estaba junto con despacho en Pino Montano no le decían el biombo, sino la transparencia, no me pregunten por qué.
Juan quiso que en la entrega le acompañáramos mi prima y yo, y fue para nosotros un privilegio escuchar cómo le repetía las mismas palabras que el torero le dijo en Zafra “José Antonio, yo también quería hacerte un regalo para toda la vida, y sé que este lo va a ser para ti”. Al torero le encantó, tanto por la belleza del biombo, perdón de la transparencia, como porque había compartido espacio con el despacho de Joselito el Gallo. Aprovechamos para ver el antiguo despacho de José, desde cuya sillón se movía todo el mundo del toro de la época. No ha podido llegar a manos que lo valoren tanto como las de Morante, tanto que no le gusta que nadie se siente en el sillón de José, en las sillas sí, pero el sillón sigue siendo de Joselito. Después de todo el día en La Puebla del Río, Morante nos despidió ya de noche, diciendo que se quería quedar solo en el inmenso salón donde está el despacho para pensar dónde iba a poner el biombo. El Artista es así.