Celebramos el Día de Andalucía con un festejo taurino en el Real Club Pineda de Sevilla. En este caso un festival taurino que no se anunciaba como benéfico, por lo que pensamos que debía de ser por cuenta y riesgo de los organizadores. Llamaba la atención el piso plaza de césped, justificado por cuanto el Club Pineda es principalmente hípico, y que la plaza portátil se había montado en los terrenos que rodea el hipódromo, en la pista de saltos de los caballos, que decían que no se había podido cubrir de albero por la dificultada de retirarlo después. Algunos subalternos torcían el gesto cuando lo probaban antes del paseíllo, pero después sólo vimos un traspiés de Luque al verse exigido. Ciertamente era un conjunto cuanto menos peculiar con el piso plaza verde primavera y curioso que en vez de areneros aparecían jardineros que se esmeraron, entre toro y toro, en dejar aquello como para jugar al futbol.
La plaza de toros portátil, de esas que algunos llaman monumentales, de las que tienen barrera y 10 filas de tenido y aforan 4.000 plazas según decían, y tiene hasta ascensor para personas con discapacidad física. Con el lleno lucía majestuosa en la magnífica y soleada mañana. Además, en los alrededores en se habían colocado toldos, mesas y sillas para las cervecitas y demás. Un éxito de organización que no me extrañaría que se repitiese el año que viene y se convirtiera en un clásico, como tantas cosas en Sevilla. Mi enhorabuena a los organizadores.
Un ponerles un pero, indicar que en los carteles el orden de los toros no era el correcto y la mayoría del público confundía lógicamente unas ganadería con otras. Después de tocar la exigua banda de música los himnos de Andalucía y de España, Dávila Miura, alma mater del festival, lidió un primer novillo de Espartaco noble al toreó como en toda su carrera, dándoles las ventajas y luciéndolo. Muy asentado el torero entre los sones de su pasodoble.
Alejandro Talavante ofreció lo mejor de la mañana y desde que se abrió de capa. Para ello tuvo buen ojo en traerse un novillo de su propio hierro con hechuras de embestir y embistió todo lo que le mandó en maestro. Asentado, con variedad y gusto, destacó en los naturales, su fuerte. Vemos muy bien a Talavante para esta temporada. Daniel Luque tuvo el detalle de sustituir a última hora al maestro Espartaco, toreando por la tarde otro festival en Écija. De premio de se llevó un marrajo enorme de Murube con cuatro años y medio, con más pecho y rizos que un bisonte y con las mismas intenciones. Luque estuvo muy torero y decidido con él y le sacó lo que no tenía. Muy digna la actuación de Javier Jiménez ante un áspero toro de Torrehandilla, mas cerca de los cinco que de los cuatro años y que no parecía arreglado para un festival. Mató de una gran estocada. Pablo Aguado tiene esa naturalidad ante los toros que te entra por los ojos y que hace que guste lo que hace, aunque el novillo de Algarra bien poco le dejó. En el último, el novillero Rodrigo Molina, hijo del presidente del club, cortó las dos orejas de un novillo de Núñez de Tarifa ante sus socios. Decir que Eduardo Dávila, Daniel Luque y Pablo Aguado brindaron la muerte de sus novillos a Pepe Luis Vázquez, imagen del cartel del festejo.
Después del festival, las carpas de copeo que se instalaron alrededor se vieron saturadas de público festivo. Todo un éxito que ojalá siente precedente.