Voy a escribir algo de la corrida del Domingo de Resurrección por disciplina no porque tenga nada que decir, ya que nada pasó.
Para el aficionado sevillano el Domingo de Resurrección es el día más importante de la temporada. El día que estrenamos plaza e ilusiones, que saludamos a los amigos y vecinos que no vemos desde el anterior septiembre, y que nos felicitamos de seguir teniendo salud, dinero y afición para volver a los toros. Pero la corrida de Núñez del Cuvillo acabó con todas las ilusiones. Descastada, sin poder, sin alma, sin emoción y aburrida. Eso sí noble y obediente, por eso la piden las figuras. Llama la atención que esta ganadería que el año pasado lidió 12 toros seguidos, de los que sirvieron 11, este año de los seis, nada de nada. Desde el manso y descastado primero, hasta el descompuesto sexto, pasó muy poco.
A Morante lo hemos visto muy centrado, intentando lidiar a sus dos toros y enseñándoles el camino. Una media inconmensurable quedó para el recuerdo. Creo que a poco que le ayuden los toros está dispuesto. Manzanares lidió el único medio potable con su estilo despegado, en diagonal y estético, pero no cuajó. Roca necesita un toro con motor para demostrar su toreo, pero no movió los pies del sitio que elegía en toda la tarde. Aquí me pongo y aquí te lo doy, sea como fuere.
La única buena noticia el lleno de no hay billetes.