José Antonio Morante de la Puebla está en un momento que hay que a verlo allí hasta donde aguante la cartera. Si en su anterior comparecencia nos dejó una faena primorosa a su primero, y nos regaló unas verónicas de manos altas, hoy, en su segundo, se fue al tercio con la montera puesta, se la quitó toreramente, brindó al público y la puso en el suelo encima de las zapatillas. Sin enmendarse y con el “cartucho de pescao” homenaje al maestro Pepe Luis en el centenario de su nacimiento, cito al toro y le soltó varios naturales de ensueño. Este detalle ya paga la entrada. La faena, en los terrenos de sol a los que se había ido el manso de Cuvillo, fue torera y profunda, sin un tirón, sin una prisa, andándole al toro con un señorío y con una torería ya en desuso. Entró a matar con el toro perpendicular de cara a tablas y dejó una gran estocada. Esta vez el presidente sí le dio la oreja que le negó al día anterior. A su primero lo picaron mucho y mal y poco pudo hacer salvo estar en torero.
Juan Ortega ni ha tenido sus toros ni ha tenido su tarde. Sale de Sevilla un escalón por debajo de lo que entró.
El Roca Rey de sus primeros años ha vuelto. Después de haber salido del apoderamiento de la Empresa y del Domingo de Resurrección, ha salido a revienta calderas. En su primero ha recordado el de sus mejores tiempos, con una faena en donde la salida del toro parecía imposible y donde tenía que doblar la cara por donde le decía el torero para no cogerlo. Faena emocionante con más ¡ay! que ¡óle! pero donde el torero estuvo entregado. Mató de media y le dieron nuestras dos orejas de cada día, en ese listón tan triunfalista y tan bajo, en el que ha convertido este año la feria. Que en su segundo iba a cortar una oreja por lo civil o por lo criminal para salir por la Puerta del Príncipe, lo sabía hasta el último que entró a la plaza con el cubata después del paseíllo. Y, efectivamente, estuvo tremendista, jugándose la vida ante un toro que no valía nada. Hasta lo cogió de mala manera, afortunadamente sin consecuencias. Se tiró a matar, hundió el estoque y vimos la mayor petición de oreja de lo que llevamos de feria. El presidente, seguramente viendo las orejas que le dio en el primero y los excesos que llevamos de triunfalismo, reculó y no se la concedió. La bronca fue monumental, llenando el ruedo de almohadillas antes de que el diestro diera dos vueltas al ruedo. El público se había cabreado porque se había quedado sin su Puerta del Príncipe de cada día.
Una respuesta a «Los detalles toreros de Morante»
El presidente ha prevaricado. Su misión no es guardar las esencias ni velar por la seriedad de la plaza, sino la aplicación pura y dura del reglamento