La dificultad de medir a los miuras

De niño acompañé a muchísimos encierros a mi padre entonces veedor de toros de la casa Chopera. Los de miura eran los más entretenidos. Había que estar en la finca antes del amanecer, el encierro tenia que empezar con las primeras claras del día porque nunca se sabía cuánto iba a durar. Sólo entrar en la finca, noche cerrada, y oír sin ver a los toros, hacía que se me quitasen las ganas de ser torero. El viejo encerradero, en parte de madera, se cimbreaba peligrosamente cada vez que un toro embestía con fuerza contra algo. Siempre había alguien que decía “tor mundo mu quieto, no pasa ná,” y se supone que nos debíamos de tranquilizar. Si algún animal rompía una puerta de un empellón, cosa bastante frecuente, allá que iban los vaqueros a por él, volviendo después de dos horas; en la espera se charlaba de toros. Ya entonces me di cuenta de que esos animales eran diferentes. Recuerdo la figura del ganadero D. Eduardo Miura, siempre majestuoso, dirigiendo la faena, sin un mal gesto. Un señor.

Me alegré mucho cuando recién asumido su cargo el actual empresario de Sevilla, dijo que mientras él estuviera al frente de la empresa, los miuras en el domingo de feria eran sagrados. No cambio esta corrida por todas las de farolillos.

Esta tarde los miuras, aunque algo blandos de manos algunos, han tenido una estampa impresionante, todos cinqueños, y han salido como lo que son, listos como un traficante, astutos como felinos y aprendiendo tan rápido como un inmigrante. Un miura es un espectáculo desde que se abre el portón hasta que se lo llevan las mulillas, en cualquier momento puede pasar algo, y no te puedes perder detalle.

Dos de ellos han blandeado en el caballo y el presidente los ha devuelto. El primero se negó a morir por la infamante puntilla en los chiqueros y aguantó en el ruedo más de media hora, embistiendo a todo lo que se movía, chocando con las tablas y burladeros donde quisieron apuntillarlo sin éxito; incluso con la estocada que le tuvo que poner Padilla seguía queriendo coger. No volvió a blandear. Comentaban que estos toros se vienen arriba en la muleta y que el presidente quizás se precipitó en las devoluciones.

Los toreros han estado firmes los tres. El primer miura de El Fundi tuvo poder y duró mucho. Valverde con su primero estuvo muy bien pero al matar dejó un bajonazo impresentable y se jaleó él mismo como si fuera la estocada de la Feria, en un intento de confundir al público, suponemos. El toro murió rápidamente, vomitando sangre, y el público de sol pidió la oreja. Yo creía que este presidente era mejor aficionado, porque le dio la oreja ante una petición que no vimos mayoritaria. En los tendidos de sombra era minoritaria. Con lo bien que estuvo usted con el toro, maestro Valverde, que mal gesto el de pretender confundir al público.

Interesante corrida de miura, lástima que con los avatares de las devoluciones y la tardanza en morir del toro devuelto, el espectáculo haya durado más de tres horas y así sale todo el mundo contrariado.